Alfredo serrano, director de CLIA España: “Esperamos volver a cifras normales en el último trimestre, aunque todavía no hay fecha de vuelta”

La industria de los cruceros lleva varada desde la segunda quincena de marzo y sin una fecha de reactivación en el horizonte. Alfredo Serrano, director en España de CLIA (Asociación Internacional de Líneas de Cruceros) atribuye los clichés negativos sobre los cruceros a la falta de responsabilidad política

Recientemente se ha incorporado a la Mesa del Turismo, ¿cuál es el peso de los cruceros dentro del sector turístico español?

Sería más interesante abordarlo desde el punto de vista contrario, cuál es la importancia de España en el sector de los cruceros. Antes de la pandemia, nuestro país era el segundo mercado receptivo de cruceros en Europa y es el cuarto mercado emisor. El peso en España del turismo de cruceros se puede medir de dos maneras: según los estudios que nosotros elaboramos bianualmente, el último apuntaba a 4.100 millones de facturación y 31.000 puestos de trabajo. Si se ve desde un punto de vista cualitativo todavía es más, porque dentro del sector turístico seguramente seamos el segmento menos estacional y de alguna manera, menos vinculado al paradigma de sol y playa, más sostenible y que menos inversiones requiere.

Las cifras que manejaban antes de la crisis, son espectaculares, con incrementos anuales de viajeros.

La generación de facturación que se produce en España gracias a la actividad de los cruceros incluye lo más evidente, lo que gastan los turistas -lo que compran, lo que gastan en restaurantes- como lo que generan los españoles que van de crucero: comisiones de las agencias de viaje, tasas aeroportuarias, etc. Pero luego tiene dos facetas que a veces se olvidan. Una es el enorme gasto que genera la compañía de cruceros cuando un barco se encuentra atracado en un puerto español -tasas portuarias, los servicios que requiere, los impuestos que paga o las provisiones que realiza en puerto- todo ello está bastante a la par con lo que gastan los propios cruceristas. Y por otro lado, la faceta de reparación de buques que se reparan en nuestros astilleros, y eso evidentemente también genera riqueza.

Me llama la atención lo que comenta sobre la sostenibilidad, teniendo en cuenta que se les lleva colgando el sambenito de contaminantes desde hace tiempo ¿hasta llegar a un punto de ‘crucerofobia’?

Si hablamos de contaminación de cruceros, ese concepto nace de la ignorancia y en algunos casos de algunos segmentos muy minoritarios de la opinión pública que, por razones totalmente respetables -que no les gusten los cruceros- utilizan informaciones incompletas o a veces estudios no contrastados que parece que confirman su posición. Yo creo, y muchos estudios lo confirman, que el sector de los cruceros se encuentra claramente a la vanguardia de lo que es la protección medioambiental dentro de lo que es el transporte marítimo. Y es con lo que se nos tiene que comparar, porque la tecnología disponible para los barcos de cruceros viene a ser la misma que hay para cualquier otro tipo de barco. Resultan paradójicas algunas informaciones que apuntan a los cruceros como responsables de la contaminación de ciudades importantes para el sector, como Barcelona o Palma. Los propios estudios de la Consejería de Medio Ambiente de Baleares señalan que el aire de las islas es de los mejores de España. Si la contaminación se debe a los cruceros, en ciudades como Madrid -que obviamente no tiene cruceros- el aire tendría que ser fantástico, algo que evidentemente no ocurre. Los cruceros tienen cosas que mejorar, pero no son el problema de las ciudades en cuanto a contaminación. Es un error hacer responsable a quien tiene una responsabilidad muy marginal.

¿Qué medidas están tomando las compañías de cruceros en materia de sostenibilidad?

Hemos sido siempre pioneros en la implantación de tecnologías que respeten el medioambiente, como los barcos propulsados por gas natural licuado. O como los sistemas avanzados de tratamiento de las aguas residuales, a niveles iguales y en muchos casos superiores a los de las ciudades costeras. Sin olvidar el lavado de gases residuales que eliminan en un 98% los óxidos de azufre de las emisiones de los barcos en la chimenea. Por no hablar de todas las inversiones que se están realizando de cara al futuro para conseguir barcos todavía más verdes. Esto además beneficia a todo el transporte marítimo, porque el resto de buques pueden aprender de la experiencia y probablemente se consiga que se abaraten los precios de la tecnología.

También se les señala como responsables de la masificación de algunas ciudades.

De nuevo, críticas infundadas. En ciudades como Barcelona, según estudios de la propia universidad de la Ciudad Condal, el turismo de cruceros representaba menos de 8% de los turistas que visitan la ciudad y, sin embargo, suponen el 18% del gasto que se producía. El retorno económico es muy poderoso para la economía local. Además, los clientes de los cruceros son muy respetuosos, jamás se habrá escuchado un altercado de orden público como ocurre con otro tipo de turismo. Las autoridades locales saben, con un año de antelación, cuántas personas llegan a puerto y cuentan con la colaboración de las navieras para que la visita sea lo más satisfactoria tanto para los cruceristas como para los residentes. Si en algún caso eso no se produce, creo que deberíamos preguntar a nuestros gobernantes por qué no son capaces de organizarlo un poco mejor.

¿Cuál es la situación actual de los cruceros?

Fuimos de los primeros sectores en parar porque veíamos que la situación de salud pública no era la apropiada para navegar. En la actualidad, salvo algunas excepciones, los barcos están parados desde la segunda quincena de marzo. En paralelo, algunos estados como España, decretaron que sus puertos estarían cerrados para el tráfico de cruceros y recientemente se ha prorrogado esa situación. Otros países no lo vieron necesario porque las navieras ya habían parado y es un poco absurdo prohibir algo que no se está produciendo. En su momento, en los meses de marzo y abril se hizo una labor titánica para la repatriación de todos los cruceristas, así como lidiar con todas las cancelaciones. Creo que las navieras lo han hecho bastante bien, dada la complejidad de la situación.

¿Cuándo podremos disfrutar de un crucero de nuevo?

Nuestra prioridad siempre ha sido la seguridad y no habrá cruceros hasta que sea del todo seguro. De todas formas, no depende de las navieras, no hay una fecha concreta y en cualquier caso la vuelta va a ser gradual. En principio se espera que haya una reanudación tímida en agosto y confiamos en que en el último trimestre nos podamos acercar a unas cifras normales. En estos momentos hay varias partes del mundo donde las compañías ni se plantean navegar porque la situación sanitaria no lo permite. Por otra parte, la semana pasada Alemania ya tuvo la primera salida de un crucero. Estamos trabajando con países como Italia, Francia o España para que se pueda navegar por el Mediterráneo de una manera segura. Depende en gran medida de que se vayan levantando las restricciones, al tocar varios puertos en diferentes países, exige una gran coordinación en cuanto a los protocolos de cada país. Además, se necesita formación de las tripulaciones para los nuevos protocolos y que haya un rodaje de los mismos. No tanto por la parte sanitaria, sino porque se implanten de manera fluida y que la gente siga disfrutando de la experiencia de un crucero.

¿Qué tipo de protocolos se van a implementar?

Cada compañía lógicamente tiene sus políticas, incluso depende de cada barco, porque al ser distintos no se puede estandarizar todas las medidas: depende de tamaños e incluso de tipo de público, ya que no es lo mismo el segmento senior que otros. En general lo que se está haciendo es una gestión de puerta a puerta, recabando información incluso antes de que el cliente salga de casa. Una parte muy importante se realizará en la terminal antes del embarque, con tomas de temperatura, test PCR, así como una entrevista individual con personal sanitario para personas de riesgo. Dentro del barco, respeto por la distancia social mediante una reducción de aforo y de gestión de las aglomeraciones como las colas de los restaurantes, incluso promoviendo que sean colas virtuales. Los buffets temporalmente van a desaparecer o van a ser diferentes a lo que estamos acostumbrados y las actividades a bordo tendrán en cuenta el distanciamiento social. Se ha revisado también todo lo que tiene que ver con las actividades en tierra, como las excursiones, en colaboración con las autoridades locales para informales de cuántas personas van a desembarcar y gestionar el tratamiento de los autobuses que se utilizan, así como las personas que trabajan para que salgan adelante esas excursiones.

En el caso de que haya un positivo dentro del barco se van a habilitar zonas de cuarentena y se van a reforzar los medios técnicos para tratar a personas infectadas, al igual que los servicios médicos. Sin olvidar el refuerzo de la desinfección a bordo y de los procesos de limpieza a bordo, que siempre ha sido impecable. Después del desembarque se va a hacer un seguimiento durante una o dos semanas por si se presentara algún síntoma para establecer la trazabilidad de posibles contagios y podérselo comunicar a las autoridades si hiciera falta.

Las agencias de viaje son un canal prioritario para este segmento, ¿se está haciendo caso a la campaña de posponer el crucero en lugar de cancelarlo?

En general sí. En parte por la fidelidad característica de los cruceristas. También porque al reservar no se habían desembolsado grandes cantidades y sobre todo, por las ofertas que están haciendo las navieras para posponer las vacaciones.

Sin una fecha concreta de vuelta a la actividad, ¿se auguran las peores previsiones?

Sí, desde luego las perspectivas de facturación son terribles. Solo hemos tenido dos meses de actividad. Las compañías de cruceros han tenido una situación muy complicada, con los barcos parados y ningún ingreso. Se ha estado trabajando mucho en reducir los gastos fijos, que son enormes, a través de ERTE y buscando soluciones acudiendo a los mercados para conseguir financiación que les permita sobrevivir este periodo. Las cotizadas han visto cómo se han desplomado sus acciones; ya se van recuperando, pero siguen estando por debajo de los niveles anteriores a la crisis.

¿Se agarran a la fidelidad de los cruceristas?

En parte sí. Sabemos, por el barómetro que llevamos a cabo semestralmente, que se ha incrementado en cinco puntos aquellos que han hecho un crucero en el pasado y quieren repetir. Esto es significativo en cuanto a la robustez de un producto muy atractivo y de la confianza que genera en los clientes.

La primera en caer ha sido Pullmantur, la única compañía casi española que nos quedaba.

Ha anunciado suspensión de pagos, está reestructurándose. Evidentemente tiene dificultades, pero confío mucho en su equipo gestor. Creo que tienen un producto muy atractivo, no les doy por muertos ni muchísimo menos. La marca está ahí, así como el equipo directivo, por lo que vamos a ser optimistas y pensar que van a ser capaces de rehacerse en unos meses.

¿Qué iniciativas está llevando a cabo CLIA España para salvar la crisis?

Ahora mismo estamos muy metidos con todo lo que tiene que ver con los protocolos sanitarios; el diálogo con las autoridades para coordinar medidas, tanto para lo que va a pasar en tierra como a bordo y ofrecer las garantías necesarias y recíprocas de que las cosas van a funcionar bien. Asimismo, también estamos con todo lo que tiene que ver con la gestión de la reputación, combatiendo ese relato totalmente tergiversado que una parte minoritaria de la opinión pública intenta promover y en apoyar, por supuesto, al canal de las agencias de viaje, dándoles formación y todo tipo de herramientas para que conozcan mejor el producto.

¿Qué reivindicación hacen a las autoridades, sobre todo para combatir esa visión negativa de los cruceros?

Creo que esta situación tan dura que está viviendo nuestro país y, sobre todo, el sector turístico, debería servirnos a todos para poner en valor lo mucho que aporta el Turismo a nuestra sociedad y lo mucho que lo necesitamos. Cuando se está acostumbrado a batir récords año tras año, parece que se da por descontado y no se es consciente de todo el trabajo que lleva detrás ni de la envidia que se genera en los competidores. No creo que las autoridades tengan que defendernos, eso lo podemos hacer nosotros, pero tienen en su mano los instrumentos -datos, estudios- para que, por lo menos, se desmientan esas aseveraciones que a veces se dicen de cosas muy serias -como que los cruceros contaminan-, pero en muchas ocasiones parece que no se quiere ir en contra de lo que puede parecer políticamente correcto. Se debería ser claro y valiente, no se puede intoxicar a la opinión pública haciéndonos responsables sin serlo. Que acepten las responsabilidades cuando no hacen una buena gestión, como en el caso de la masificación y que se tenga una relación más fluida, que alguna tendrán, con los actores turísticos, que lo que queremos es seguir haciendo de nuestro país un destino que sea sostenible en todos los aspectos.

¿Qué hay de las barreras, tipo tasas, que les imponen?

Es necesario estudiar cuál es la contribución económica de los cruceros. A partir de ahí, si es necesario aportar más, justifíquese y tengamos una interlocución para ver de qué manera se puede solventar. Hay decisiones que se sacan un poco de la manga e improvisadas y de alguna manera discriminatorias. Algunos de esos impuestos turísticos que se aplican a los cruceros no se aplican a otros medios de transporte: yo puedo visitar Baleares o Cataluña en avión, coche o tren sin pernoctar, no tengo que pagar el impuesto turístico. Sin embargo en crucero, sí. Deberían ser las mismas reglas para todo el mundo y que nos den la oportunidad de participar y dialogar. Y si hay algo que mejorar o cambiar por parte de los cruceros, que nos lo diga, pero que no haya tratos discriminatorios.

Para quien no haya tenido la oportunidad de vivir un crucero, véndamelo.

Cuando alguien me pregunta por qué hacer un crucero, siempre le digo que para mí son las vacaciones perfectas, con un montón de opciones: con espectáculos de una altísima calidad, una gastronomía inmejorable o un servicio esmeradísimo por parte de la tripulación. Además, es accesible para una amplia variedad de presupuestos, desde segmentos premium a otros más ajustados.El rendimiento es superior a otros productos turísticos: se ven más cosas, se experimenta más, se conoce a más gente, se come mejor; se pasa mejor, en definitiva. Algo que para mí es imbatible es que cuando se viaja en familia o en pareja, no siempre todos queremos lo mismo. En un crucero no hay que renunciar a nada porque los barcos lo ofrecen todo: cultura, relajación, gastronomía, espectáculos, etc. Es más difícil encontrar inconvenientes que enumerar todas las ventajas, que son casi infinitas.