El castillo-silo de Arévalo: granero de historia

Primero como fortaleza y después como almacén de grano, el castillo de Arévalo guarda entre sus muros siglos de batallas y también, una impresionante colección de cereales.

Érase una vez... Castilla a mediados del siglo XV. Don Álvaro de Zúñiga consigue el ducado de Arévalo y manda construir un castillo en la localidad sobre los restos de una antigua puerta de la muralla. Y en un lugar que parecía reservado para ello: sobre una elevación de terreno en las confluencias de los ríos Adaja y Arevalillo, que actuarían como foso natural. Años más tarde y, tras idas y venidas de los Zúñiga apoyando al bando de la Beltraneja, el castillo pasó a manos de Isabel de Castilla, la reina Católica quien, pese a la leyenda, nunca llegó a pisarlo. Su esposo, Fernando, debido al enclave estratégico del castillo, decidió aprovecharlo como fortaleza. Para ello emprendió una serie de reformas que dieron forma al recinto hasta las guerras de Sucesión y de Independencia. Y con éstas, el principio de la decadencia, pues pasó de castillo a cantera y cementerio. El abandono duró hasta 1952, cuando el ministerio de Agricultura empezó a usarlo como silo. Un almacén de cereales que mantuvo su actividad hasta 1977.

Hoy en día el castillo-silo de Arévalo es una de las fortalezas mejor conservadas de esa Castilla de antaño llena de castillos. En el año 2000 el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), organismo que se ocupa de su gestión, llevó a cabo la restauración de este espacio a través de un encargo al Grupo Tragsa. Fue en estos años cuando se realizaron los hallazgos arqueológicos que se remontan a la época de Fernando el Católico, en la transición de antiguo castillo medieval a fortaleza militar moderna. Destaca sobre todo un antiguo foso, la zanja con fines defensivos que rodeaba el edificio. Tras una década de rehabilitación, se ha convertido en un espacio donde aprender cómo era la vida en los siglos XV y XVI, así como la cultura agraria de España. Una visita imprescindible para aprender mucho de historia, usos y costumbres, en definitiva, un castillo que no se entiende sin su vínculo a la agricultura y viceversa.

La torre del homenaje

El castillo conserva la antigua torre de vigía que sería utilizada como torre del homenaje. Aquí empieza nuestra visita a esta fortaleza, posiblemente la primera de estilo mudéjar en Castilla. Tras pasar por delante de los pendones de los Reyes Católicos, Castilla y Arévalo, el recorrido empieza de la mano de la reina Isabel, quien pasó parte de su infancia en Arévalo y siempre estuvo muy vinculada a la villa. Conoceremos más a fondo la historia del recinto y sus etapas de construcción con la reina, que también nos contará la importancia de la agricultura en el asentamiento de ciudades y cómo será en el futuro.

La siguiente planta hace un recorrido por la historia y evolución de la agricultura, la actividad que permitió en la Prehistoria el asentamiento de los grupos humanos. Isabel la Católica, de nuevo, nos invitará a descubrir la importancia de la cultura agrícola en el mundo y lo que supone esta actividad para la formación de paisajes y el sustento de las comunidades. También tendremos la oportunidad de ver la transformación de la actividad agrícola en España de forma gráfica, en una maqueta.

El museo del Cereal

En la última planta nos espera el museo del Cereal con hasta 400 variedades de la colección que el FEGA lleva recopilando desde los años 70 y antes, el Servicio Nacional del Trigo. La muestra reúne 250 variedades de trigos blandos y duros y 150 de otros cereales -avena, cebada, centeno, arroz y maíz- con sus espigas y sus granos. También se conservan 90 muestras de malas hierbas clasificadas según su acción en la industria harinera. Y para que una cosecha dé su fruto, son imprescindibles los insectos. De éstos también hay una representación, de los de granero, y se explica sus ciclos biológicos. ¿Puede haber una mejor metáfora de lo que es y fue Castilla? Una muestra de sus campos, considerados durante mucho tiempo como el granero de Europa, en un castillo.

La reina Isabel nos despide aquí antes de acceder a la azotea, desde donde podremos divisar las vastas llanuras castellanas modeladas por la agricultura. Una oportunidad para disfrutar del entorno rural en estado puro y al aire libre, desde un recinto en el que la historia tiene tanto que contar.

Fuera de la torre del homenaje podemos hacernos una idea del uso de este castillo como silo y entender mejor todo el proceso desde la entrada a la salida del grano con un recorrido por las celdas que se usaban como enormes graneros verticales. El almacén de grano tenía una capacidad para almacenar nada menos que 1.080 toneladas métricas. Con el sonido del silo de fondo, se nos mostrará la resistencia de sus estructuras y sus técnicas de mantenimiento. La visita a este castillo-silo se ha adaptado a las circunstancias y, por ello, se realizan visitas de hora y media de duración en grupos de máximo 5 personas que acceden en intervalos de media hora, para asegurar que se guarda la distancia de seguridad en todo momento. Y lo más importante, para acceder al recinto es necesario reservar con cita previa.