El turismo
contra las cuerdas

Hace apenas cuatro meses, cuando veníamos de cerrar otro año récord para el turismo en España con casi 84 millones de turistas, difícilmente podíamos presagiar lo que estaba por llegar. La epidemia de coronavirus que se había desatado en una remota provincia de China, de la que muchos nunca habían escuchado hablar, parecía una amenaza lejana. Con la falsa tranquilidad que dan 10.000 kilómetros de distancia mirábamos casi con asombro cómo una potencia económica se replegaba y el Gobierno chino adoptaba medidas drásticas para hacer frente a un enemigo tan invisible como mortífero.

Pero en nuestro mundo globalizado, donde las conexiones comerciales, económicas y culturales implican además un constante movimiento de viajeros, no existen las amenazas lejanas. Antes de saberlo siquiera teníamos al Covid-19 en nuestra casa y términos como confinamiento y pandemia comenzaban a copar titulares de prensa y conversaciones cotidianas.

La rápida propagación del coronavirus en Europa nos ha situado como sociedad frente a un desafío inédito. Para detener el avance del virus ha sido necesaria la práctica paralización de la economía. En consecuencia, la emergencia sanitaria ha derivado con celeridad en una crisis económica y el turismo se ha visto directamente impactado.

Son evidentes las graves consecuencias que en el ámbito sanitario está produciendo esta crisis, pero no podemos olvidarnos también de las fuertes consecuencias económicas que esta situación está provocando y que pueden ir a más si no se toman las medidas oportunas de forma inmediata.

Con un tejido empresarial formado mayoritariamente por pymes y micropymes, el parón en seco de la actividad y los ingresos amenaza con estrangular a miles de empresas turísticas.

Por esa razón, desde la Mesa del Turismo hemos solicitado al presidente del Gobierno que se articulen de forma inmediata medidas que son imprescindibles para evitar el cierre de empresas y la consiguiente destrucción de empleo turístico. Recordemos que nuestro sector da trabajo a 2,7 millones de personas, un 13% del empleo total, y aporta un 12,5% del PIB nacional.

Estas medidas a las que me refiero son tan concretas como necesarias para socorrer a un sector que está contra las cuerdas y que, sin duda, habrá de tener un papel fundamental en la recuperación de la estabilidad económica. Se impone actuar con rapidez, articulando y facilitando el importe de las líneas de avales hasta un 100% de los créditos ICO para las empresas o, de lo contrario, el sector financiero difícilmente podrá articular las líneas solicitadas.

También se precisa poder aplazar los pagos de impuestos de cualquier ámbito -estatal, autonómico o municipal-, así como las cuotas de la seguridad social de los meses comprendidos entre marzo y -al menos- septiembre, hasta la fecha más conveniente y consensuada con el sector privado.

Y en relación a los ERTE, se requiere de una mayor capacidad, rapidez de gestión y posibilidad de extenderlos más allá de la finalización del estado de alarma, teniendo en cuenta la caída de la demanda en general y los cierres antes mencionados.

El sector turístico ha superado distintas crisis a lo largo del tiempo, pero nunca una como ésta, tan dolorosa en su coste humano y social, y que además comportase una anulación total de la demanda. Las pérdidas económicas que estimamos son tan cuantiosas que podrían suponer hasta un tercio de la producción total anual del sector. Los estudios realizados nos permiten, no obstante, dibujar tres escenarios hipotéticos en función de cuando podamos, efectivamente, superar la crisis sanitaria.

Así, en un primer escenario, si la temporada turística pudiera iniciarse en condiciones normales a principios de junio, las pérdidas para el conjunto del sector se limitarían a unos 25.000 millones de euros, teniendo en cuenta la cancelación de eventos como el Mobile World Congress de Barcelona o las Fallas de Valencia. A día de hoy, insisto, ésta es nuestra mejor hipótesis de futuro.

En un segundo escenario que también calibramos, la actividad turística se reanudaría a mediados o finales de julio, con lo que tendríamos una temporada turística de poco más de 80 días y las pérdidas podrían ascender a los 45.000 millones de euros.

Finalmente, el tercer escenario -el peor- supondría que la temporada de verano se perdiese del todo porque los mercados internacionales más importantes -británicos, alemanes, franceses e italianos- no pudieran o no quisieran viajar a España por razones sanitarias o económicas.

No olvidemos que ellos también están sufriendo seriamente la pandemia de coronavirus. Esto acarrearía unas pérdidas para el sector turístico que podrían escalar hasta los 90.000 o 100.000 millones de euros, dejando a su paso una derrama de cierres y concursos de acreedores en miles de pequeñas y medianas empresas.

La Mesa del Turismo representa a un gran grupo de empresarios y profesionales de todo el ámbito turístico, siendo la institución más antigua de España que viene trabajando en la defensa de todos los sectores turísticos desde 1986. Por eso, ante las dificultades actuales no podemos dejar de reclamar una mayor sensibilidad hacia el turismo que se plasme en la atención y la acción decididas desde la esfera gubernativa. De lo contrario, nos exponemos a ver destruido el liderazgo de uno de los pilares de nuestra economía y puntal de la sociedad española.