La aviación sigue cerrando sus heridas más de 1.100 días después del peor golpe en su historia

Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara el virus SARS COV 2 como pandemia hasta hoy han pasado más de 1.100 días. El periodo ha sido suficiente como para cambiar de arriba a abajo un sector tan determinante para la economía mundial como la industria aérea. Nadie duda de que el Covid-19 ha tenido un impacto significativo, a medida que la necesidad de mantener el distanciamiento social, las restricciones de viaje y el miedo al contagio redujeron drásticamente la demanda de vuelos en todo el mundo hasta niveles sin precedentes.

La crisis sanitaria afectó de lleno a la salud de la aviación comercial, que no tuvo otra salida que cancelar rutas, reducir la frecuencia de vuelos y, en algunos casos, incluso a cerrar sus operaciones por completo. Basta con analizar los expedientes de la italiana ITA, la noruega SAS, la portuguesa TAP y la española Air Europa para ver cómo la pandemia truncó los planes y las previsiones de algunas de ellas que, por cierto, solo un año antes alcanzaban resultados récord.

La lista de sacrificios para sobrevivir ha sido extensa, desde endeudarse hasta niveles peligrosos para el futuro (el presente actual), ya sea a través de capital privado o asistiendo a los mecanismos de rescate públicos habilitados por los diferentes gobiernos, hasta acometer reestructuraciones que pasaron por despidos en masa y recortes salariales.

El futuro de las aerolíneas sigue siendo incierto tres años después. La recuperación de la industria aérea parece que ya ha llegado, a la vista de los datos de capacidad que anuncian muchas aerolíneas para esta temporada alta. De momento, los grandes grupos europeos que cotizan en bolsa rinden responsabilidades ante el mercado y lucen el repunte de la demanda y el regreso a la rentabilidad como credencial ante accionistas y futuros inversores.

Pero los riesgos siguen estando presentes, como prueban la volatilidad de los precios del combustible, uno de los apartados vitales en la partida de costes de las compañías, o la incógnita de los vuelos de negocio, que, a diferencia de los de ocio y turismo, todavía no han vuelto a niveles previos al 2019.

Es necesario más que nunca una mayor colaboración entre los actores involucrados para encontrar soluciones y ayudar a las aerolíneas a superar esta crisis. Sobre todo, cuando la industria no se ha recuperado por completo y debe acometer importantes inversiones millonarias para cumplir con los retos de sostenibilidad que Europa ordena para dentro de cinco años.