Quién debe pisar el acelerador para la implantación del coche eléctrico y sus retos

Se estima que el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del coche eléctrico y conectado movilizará unos 24.000 millones de euros en los próximos años. La inversión pública que se espera para avanzar en la implantación del coche eléctrico será de 4.295 millones de euros, que en su mayoría provendrá de los fondos europeos Next Generation.

Además de inversión, para fomentar el uso de vehículos que no sean de combustión se están impulsando diferentes normativas. Así, todos los edificios como centros comerciales, hoteles, edificios públicos, parkings, etc., tendrán la obligación, a principios de 2023, de tener en sus aparcamientos un cargador lento por cada 40 plazas. Y en la primera mitad de 2023, todas las estaciones de servicio que a finales de 2019 vendieron más de 10 millones de litros de combustible deberán tener un cargador ultrarrápido de 90 kW de potencia, y aquellas que vendieron más de 5 millones de litros deberán tener, por lo menos, dos cargadores de 50 kW. Por su parte, los ayuntamientos están regulando el acceso al centro de las ciudades, para impedir circular a los coches más contaminantes. Está claro que sin el binomio inversión/normativa, sería complicado avanzar en la implantación del coche eléctrico y, por ende, en la mejora de la sostenibilidad que tanto necesitamos como sociedad. Pero esta transición nos arroja un reto que, aunque está en las manos de todos, hay ciertos sectores cuya situación o actividad hace que se vean afectados de manera más crítica.

Hablo, por ejemplo, de las compañías distribuidoras y de última milla, rent a car y carsharing, taxis, VTCs o cualquier gestor de flotas. Que como decía antes, se van a ver obligadas a electrificar sus activos muy pronto por cuestiones de regulación a la circulación de vehículos de combustión. Sus flotas van a tener que ser totalmente eléctricas y esto les supondrá realizar inversiones considerables. Además, tendrán que enfrentarse al problema de la carga sin que se vea afectada su operación -improbable que puedan tener suficientes cargadores en sus parkings para cargar la flota durante la noche- y, como consecuencia, mermada la rentabilidad de la empresa. En estos momentos, la opción más óptima para recargar sus flotas es que sus vehículos se paren durante el tiempo que estos necesiten ser recargados, algo que supone muchas horas de inactividad con cargas normales y precios muy elevados con cargas ultrarrápidas. Por otro lado, se añade la complejidad de tener que programar sus rutas teniendo en cuenta la duración de la carga de los vehículos.

Al margen de estos, nos encontramos con urbanizaciones o conjuntos residenciales, grandes superficies, centros comerciales, hipermercados, supermercados, recintos feriales o de eventos, etc. Todas las plazas de un aparcamiento no se van a poder electrificar. Primero, porque no existe la potencia suficiente para poder poner un cargador en cada plaza y, segundo, porque la obra necesaria, que supondría llevar una acometida eléctrica que realmente diera un servicio funcional, no es sencilla de amortizar.

Asimismo, hay que tener en cuenta el tiempo que los vehículos permanecen aparcados en cada lugar para que coincida con el tiempo de carga. La regulación obligará a la aceleración en la instalación de cargadores, pero no serán suficientes en un horizonte de 8 o 10 años, cuando el 40% o 50% de los vehículos muy probablemente sean eléctricos. Por otro lado, lo ideal sería que cada propietario de coche eléctrico contara con su propio cargador en el garaje de su vivienda para usar durante la noche y beneficiarse de la carga más barata. Pero, hoy día en España, cerca el 80% de los dueños de vehículos no cuenta con su propio garaje para hacerlo. Cifra, además, muy por encima de la media europea del 50%. En caso de migrar al vehículo eléctrico, deberían entonces ellos recurrir a las redes públicas o privadas, que a su vez son legadas e ineficientes. Adicionalmente, instalar un cargador lento tampoco es posible pues muchos edificios no cuentan con garaje, o, como expuse anteriormente, no tienen la potencia suficiente para electrificar todas las plazas. Con un parque de vehículos 100% eléctricos que hoy apenas llega al 5%, muchos edificios aún no han podido cubrir siquiera la poca demanda que existe.

En los fabricantes de vehículos reside el mayor interés para fomentar la venta de vehículos eléctricos. Ellos se enfrentan a la ansiedad que siente un potencial comprador sobre si está tomando la decisión correcta, ante la incertidumbre por quedarse sin carga. Si bien hoy en día los compradores de vehículos eléctricos pertenecen a grupos de personas con alto poder adquisitivo y generalmente tienen su propio punto de carga, esto va a ir cambiando a medida que el uso de estos se vuelva más común entre las clases medias, algo que se estima en dos o tres años. Detrás de ellos, están las aseguradoras de vehículos, quienes desde hoy ya deberán estar pensando en cómo migrar todos sus servicios para ayudar a reducir también esa ansiedad, sobre todo en viajes de carretera, y adaptarse a las nuevas dinámicas que está industria exigirá por los próximos años.

Otros actores principales de esta transición son las estaciones de servicio o gasolineras que, tanto por motivos de infraestructura como de inversión, es muy probable que no puedan cumplir con la obligación mínima de instalación de puntos de recarga. También las empresas de energía que están trabajando en hacer sus propias electrolineras. En determinados momentos de temporada, como pueden ser los puentes o periodos vacacionales, se enfrentan a picos de demanda donde el número de cargadores no es suficiente para cubrir todos los coches que necesitan utilizarlas. En definitiva, el principal problema de todos estos actores es la falta de infraestructura adecuada, esto es, soluciones de carga rápida y sencilla. Algo que no ocurre con los vehículos de combustión y, que hasta que no se solvente, será muy complicado que realmente se produzca una transición hacia la preferencia por el uso del vehículo eléctrico. Y todo ello, además, apostando por que la energía proceda de excedentes de producción y de fuentes renovables, para que sea lo más asequible y limpia posible. Se nos presenta entonces un doble reto que solucionar, pero para el que contamos no solo con la inversión prometida y la normativa, sino con lo más importante, con la concienciación de la sociedad para dar pasos a favor de la sostenibilidad.