La propiedad de las aerolíneas en Europa, un debate que vuelve a sobrevolar la industria

Las aerolíneas esperan que este año Bruselas decida un aspecto vital para su futuro. Sobre el papel, el control de las compañías a través de accionistas europeos es condición sine qua non para poder mantener una licencia de explotación en Europa. Pero el Brexit, primero, y ahora la necesidad del sector de buscar en el mercado privado nuevo capital, llegue de donde llegue, augura jornadas de negociación frenética en la revisión del marco regulatorio. El periodo transitorio de salida del Reino Unido de la Unión Europea ha llegado a su fin y las cicatrices financieras de la pandemia todavía no se han cerrado en las compañías aéreas, que además tienen por delante una batería de compromisos en forma de inversiones obligadas en materia de sostenibilidad que deja a las compañías en un callejón sin salida.

Bruselas, que tanto dolor de cabeza ha generado a las principales compañías de la industria -que se lo pregunten si no a IAG y a sus planes de crecer y crear un hub en Madrid-Barajas- debe entender que la operativa de las compañías europeas, que compiten globalmente contra otras aerolíneas sin el mismo corsé regulatorio, empuja inevitablemente a apoyarse en socios institucionales y financieros de cualquier parte del mercado, sobre todo si estas compañías cotizan en bolsa y tienen en su capital a socios de este tipo, que prestan auxilio financiero -y su propio rédito- en determinados momentos, para más tarde abandonar el capital una vez concluido su ciclo inversor.

La decisión está marcada para este 2023 y el calendario tampoco deja escapatoria a la Comisión Europea, que debe optar por un perfil intervencionista, que priorice el control sobre las aerolíneas, amparándose en argumentos como la seguridad o soberanía, o flexibilice la normativa para no distorsionar la competencia, bien rebajando el umbral necesario para que una compañía sea considerada europea (actualmente el 50% del capital más una acción en posesión de inversores con sede en alguno de los países miembro) o bien redefiniendo que el control efectivo va más allá de cuánto suman los propietarios no europeos.

En la industria vuelve a sobrevolar el debate, que tanta crispación ha levantado e incluso ha servido de arma arrojadiza. “La CE no debe cambiar su regulación; si Iberia no puede operar, aquí está Air Europa”, decía Juan José Hidalgo en 2019. Desde ese momento hasta hoy, tanto Iberia como Ryanair o Easy Jet han coincidido en su respuesta ante los peores presagios. Las tres manifiestan que cuentan con “planes de contingencia” para poder seguir operando en el cielo europeo y no perder los derechos de vuelo. Algunas de ellas afirman incluso que tienen la capacidad de obligar a vender los títulos a algunos de sus propietarios para cumplir con los designios de Bruselas. Hasta ahora, ninguna ha desvelado sus planes al 100%. Queda por ver si Europa esta vez les empuja a hacerlo.