La descongestión de las ciudades solo llegará con una apuesta decidida por el transporte público

En 2020, el transporte público experimentaba una de las mayores crisis de su historia a causa de la pandemia. El confinamiento y el parón generalizado de toda actividad produjo un gran descenso en el número de viajeros. Además, la percepción de ser un escenario de alto contagio -a pesar de que la ciencia demostrara lo contrario- y los nuevos hábitos como el teletrabajo influyeron gravemente en la lenta recuperación de usuarios.

Dos años más tarde y en vías de recuperación, los precios de los combustibles en España no paraban de crecer. El estallido de la guerra en Ucrania y la posterior subida de la inflación amenazaban de nuevo con ahogar el transporte público.

Este escenario reclamaba medidas firmes y urgentes que no nos hicieran retroceder en el camino hacia una movilidad sostenible. Así, con la ayuda del Ejecutivo y las correspondientes Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, se llegaron a algunos acuerdos que permitieron bonificar el transporte público, con medidas como la reducción de hasta en un 50% el precio de los abonos o las ayudas para compensar la subida del precio de los combustibles.

Han sido medidas muy positivas que celebramos que se sigan manteniendo e incluso mejorando, puesto que la limitación del descuento en el combustible solo a colectivos profesionales, eliminando así su universalidad, ayudará aún más al cambio modal y a la recuperación del transporte público que, no olvidemos, es el único modo plenamente universal.

En términos generales, el autobús ya ha recuperado el 90% de los viajeros que tenía antes de la pandemia y el metro un 97%. Sin embargo, la aún vigente obligatoriedad de la mascarilla sigue estigmatizando el transporte público, ralentizando uno de nuestros principales retos: superar el número de usuarios prepandemia en detrimento del vehículo privado. Una obligación de uso difícil de entender cuando somos ya el único país de Europa en aplicarla. Desde Atuc hemos manifestado en numerosas ocasiones que seremos los primeros en defender el uso de la mascarilla cuando la situación sanitaria realmente lo requiera pero, hoy por hoy, seguimos esperando una explicación que nos haga comprender por qué hay que llevar mascarilla en un autobús correctamente ventilado y no sea necesaria, por ejemplo, en un teatro, un centro de trabajo o una facultad.

Por tanto, es fundamental que de cara al nuevo año los decretos anticrisis continúen en la misma línea que el anterior. Solo así el transporte público podrá contribuir a los objetivos que marca Europa en la lucha contra el cambio climático.

Movilidad descarbonizada y digital

Según Salud Pública, la contaminación del aire es responsable de más de 44.000 muertes prematuras al año en España. Esto nos sitúa en un escenario de urgencia climática. Por ello, el transporte público, que por su capacidad de reducir el tráfico privado siempre se puede considerar limpio independientemente de su modo de propulsión, se configura como una solución y palanca de la movilidad sostenible.

No obstante, el sector hace tiempo que trabaja en la electrificación de sus flotas. En este sentido, las grandes ciudades españolas ya han empezado a trabajar en ello. A modo de ejemplo, la Empresa Municipal de Transportes de Madrid espera hacerse con 150 autobuses eléctricos entre 2022 y 2023. Por su parte, Transports Metropolitans de Barcelona contempla en su plan estratégico tener en circulación otros 233 en 2025. Una apuesta por las flotas cero emisiones que se repite a lo largo de todo el país.

La fórmula para avanzar hacia una movilidad limpia se sustenta en la preferencia del transporte público por encima de otras modalidades. Para lograr este cambio modal, es necesario que el ciudadano experimente las ventajas del uso del transporte público.

En este contexto, el sector está volcando sus esfuerzos para sacar el máximo provecho a la tecnología, la cual ya nos permite desarrollar sistemas de información y planificación multimodales y plenamente integrados.

La aparición de las nuevas plataformas de la conocida como Movilidad como Servicio, o MaaS por sus siglas en inglés, el desarrollo del transporte a la demanda o la incorporación de sistemas tarifarios y medios de pago flexibles e inteligentes harán que podamos amoldarnos cada vez más a las necesidades de cada persona, viva donde viva.

Pero en este objetivo, además de los vehículos y las plataformas digitales, es fundamental disponer de la infraestructura adecuada. De nada servirá un autobús eléctrico con grandes sistemas de información si este se encuentra parado en el mismo atasco que los coches.

Tenemos que apostar de una vez por todas por infraestructuras que resten tráfico en vez de sumarlo. En este sentido, la creación de plataformas reservadas al transporte público en todos los accesos a las grandes ciudades es una medida urgente que requiere de una extraordinaria coordinación entre las distintas administraciones implicadas.

Con todo, damos la bienvenida al 2023 con la convicción de que el transporte público debe ser la palanca principal para construir ciudades verdes abriendo diálogo con el Ejecutivo y los gobiernos autonómicos para articular una ley de financiación del trasporte público que nos permita trabajar en el medio y largo plazo.

El transporte público constituye un elemento fundamental para lograr una movilidad sostenible y plenamente accesible, combatir el cambio climático e impulsar las economías sin dejar a nadie atrás. Ha sido esencial siempre: antes de la pandemia, durante y lo seguirá siendo aún más en el futuro.