La movilidad sostenible marca el camino hacia la descarbonización de las ciudades

A partir de 2023, las ciudades de más de 50.000 habitantes y territorios insulares, es decir, más de un centenar de municipios españoles, deberán delimitar Zonas de Bajas Emisiones si quieren cumplir con la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. En un contexto de emergencia climática y elevados índices de contaminación, las Zonas de Bajas Emisiones se posicionan como un instrumento con el potencial de impulsar una transición hacia modos de transporte más sostenibles, reduciendo las emisiones procedentes del transporte, que actualmente ascienden a un 27% del total.

De hecho, el objetivo de la Unión Europea es asegurar una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de un 55% con respecto a los niveles de 1990 en 2030 y la neutralidad climática antes del año 2050. Sin embargo, ya llegamos tarde al desafío climático en el frente de la movilidad y a las consecuencias del calentamiento global. Para que esta ambición deje de ser utópica uno de los primeros pasos es apoyarse en las formas de transporte compartidas que permiten eliminar la necesidad del ciudadano de comprar -y, por ende, usar- un vehículo propio.

El abuso del coche privado en los núcleos urbanos provoca un impacto negativo no solo en el medioambiente, sino también en la salud y calidad de vida de las personas. De hecho, las emisiones de C02 repuntaron un 7,4% en 2021. En este sentido, el Plan Integrado de Energía y Clima (2021-2030) establece como objetivo conseguir una reducción del 35% en pasajeros-km en el uso del vehículo privado en los desplazamientos urbanos. La consecución de este objetivo podría suponer una reducción de aproximadamente 8 millones de toneladas de CO2/año en el año 2030.

Descarbonizar la ciudad es una prioridad para todos. Actualmente, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado y esto ha dejado de ser sostenible y saludable, sobre todo si reflexionamos sobre la calidad de vida que queremos dejar a las próximas generaciones. En este sentido, la tecnología está siendo un aliado para que haya un cambio radical real en las actuales formas de desplazamiento. Por ello, es necesario repensar el modelo de movilidad actual y buscar fórmulas que nos permitan movernos de la forma más flexible, eficiente y limpia posible.

El objetivo es que el coche privado no sea la primera y única opción, si no que avancemos hacia un modelo de movilidad como servicio (MaaS), donde el ciudadano esté en el centro de los servicios que ofrecen los distintos operadores. En definitiva, se trata de impulsar un sistema más eficiente desde todos los puntos de vista (medioambiental, económico, de aprovechamiento del espacio...). que ofrezca al usuario diferentes alternativas que le permitan desplazarse de forma ágil, según las necesidades de cada momento.

Para avanzar en este modelo necesitamos pleno compromiso de las Administraciones públicas y reforzar la colaboración público-privada. La velocidad a la que nuestra sociedad cambia en estos momentos hace necesaria una actuación más rápida y eficaz, especialmente en el ámbito local. En ocasiones nos encontramos que una regulación no adecuada, o la falta de ella, impone barreras a las nuevas formas de movilidad.

Ante este contexto, identificamos una serie de posibles mejoras, alineadas con los objetivos generales y ejes del Plan de Recuperación, para abrir camino a la descarbonización, fomentando las nuevas formas de movilidad sostenible, como la movilidad compartida.

En primer lugar, la gran variabilidad regulatoria entre los distintos municipios supone una fragmentación importante en la operativa y dificulta el desarrollo de modelos de negocio de movilidad sostenible. Por ello, es importante reflejar unos principios de buena regulación municipal en un modelo de ordenanza homogeneizado que sirva como referencia y punto de partida para los ayuntamientos.

Por otro lado, y con el objetivo de fomentar el uso de bicicletas y vehículos de movilidad personal (VMP), resulta necesario establecer carriles en las principales arterias de la ciudad que estén conectados entre sí, de tal modo que formen una red consistente y capilar por todo el territorio. Así como la creación de estacionamientos para estos vehículos de movilidad compartida que fomenten su uso. El objetivo último es transformar la geografía urbana, tradicionalmente dominada por el coche privado, en un espacio de convivencia cívico.

No cabe duda de que la Covid-19 nos ha convertido en ciudadanos más comprometidos, desarrollando nuevos hábitos sociales y de consumo al tiempo que aumenta la preocupación por cuidar del medio ambiente. Este punto de inflexión también se ha experimentado en las preferencias de la población a la hora de moverse por las ciudades.

Ante este contexto, creemos que no hay mejor momento para promover esta transición que ahora. Más aún cuando la movilidad sostenible ocupa un papel central como solución al alza de los precios de los combustibles y a soluciones de movilidad complementarias al transporte público.

Contamos con el conocimiento, la innovación tecnológica y con alternativas, como la movilidad compartida, que pueden permitir el cambio a las ciudades del futuro. Un modelo sostenible de movilidad urbana implica asegurar la protección del medio ambiente, mantener la cohesión social, la calidad de vida de los ciudadanos y favorecer el desarrollo económico. El actual modelo de movilidad urbana no cumple estas condiciones y será tarde para cumplirlas si no empezamos a trabajar hoy.