Treinta años no es nada... para seguir haciendo lo mismo con los fondos europeos

Treinta años han pasado desde que se pusiera en marcha el primer tren de alta velocidad en España. Aquel 21 de abril de 1992 ya se habían invertido 3.250 millones de euros en la infraestructura de lo que todos conoceríamos como el AVE hasta que casi tres décadas después esta marca comercial dejó de ser la única en las vías y a ella se unieron otras, como Avlo o Ouigo, y lo hará en los próximos meses también iryo.

Pero 30 años no son nada si hablamos de financiación y, sobre todo, de la forma en que llegan los fondos europeos a las compañías en las que las públicas siguen estando a la cabeza. Estos movimientos han valido para que España tenga a día de hoy una de las mejores infraestructuras ferroviarias de alta velocidad del mundo, pero ahora hay que darle uso, y cuanto más, mejor. Los datos de Funcas son claros, pese a la importancia de más infraestructura, la densidad de tráfico es la más baja de la UE en términos de pasajeros/kilómetro.

No solo hablamos de pasajeros, también en el ámbito de las mercancías donde los planes para aumentar la cuota modal se han sucedido durante los últimos años sin demasiado éxito. La última vez, este mismo año. En los últimos días el ministerio de Transportes ha puesto sobre la mesa 520 millones de euros en subvenciones con fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) para “descarbonizar el transporte e impulsar el modo ferroviario”.

Casi de forma paralela, se ha conocido que las empresas privadas en mercancías le comen terreno a la pública Renfe año tras año y que esta última ha lanzado un proceso competitivo para buscar un socio que la saque adelante tras varios intentos fallidos que se han sucedido en los últimos años ¿Supone esto un cambio de paradigma de cara al futuro?

Los próximos treinta años deberían servir para ello. Con una infraestructura de las mejores del mundo (a la que hay que sumar los kilómetros que ya están en ejecución y que se finalizarán próximamente), el foco debe estar en potenciar su uso, en buscar una rentabilidad -no solo económica- al esfuerzo que se ha venido haciendo en los últimos años. Los potentes planes que se han puesto en marcha deben ser aprovechados y evitar que se cometan los errores del pasado, como la falta de ejecución de determinadas partidas que podrían haber servido para llevar a cabo actuaciones claves. Los fondos europeos son una nueva oportunidad para ello y las empresas españolas deben aprovecharlos, tanto las públicas como las privadas, más si cabe en un momento en que la descarbonización es clave para el futuro del sector.