No podemos perder el tren de la movilidad sostenible

Mucho ya se ha hablado de que el sector del transporte, en global, es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero de la Unión Europea. Sin embargo, dentro de ese sector, hay una modalidad de transporte realmente sostenible y que, por este motivo, está centrando las apuestas de las Administraciones Públicas: el tren.

El ferrocarril es responsable de menos del 0,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas al transporte. Si, además, tenemos en cuenta que en Europa contamos con una importante red ferroviaria y que en España cubrimos buena parte del territorio con alta capacidad o alta velocidad, tiene todo el sentido del mundo apostar por este medio de transporte para que sea el eje de la movilidad del futuro. Para ello, sin embargo, urge realizar un cambio modal de transporte, tanto de personas como de mercancías.

La Unión Europea ha declarado este 2021 el Año Europeo del Ferrocarril, en línea con su estrategia hacia un modelo de transporte más digital y sostenible. Hoy debemos impulsar, más que nunca, un cambio de paradigma, con miras a cumplir uno de los objetivos principales del Pacto Verde Europeo: reducir el 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte para 2050. Esto no será posible si no integramos al ferrocarril en el centro de las políticas de movilidad.

En este sentido, en España nos encontramos en una situación bastante aventajada, ya que nuestro sistema de transportes está entre los mejores del mundo. Además, somos el país europeo con más kilómetros de vías de alta capacidad y también líderes europeos en alta velocidad, con casi 3.500 km. Sin embargo, el total de mercancías y pasajeros que se desplazan en tren por nuestro territorio apenas supera el 4%, según la CNMC. Un dato que dista mucho de la media europea del 18%. La evidencia de estas cifras no puede ser más contundente: estamos desaprovechando una gran oportunidad para la descarbonización del transporte. Teniendo en cuenta el avanzado grado de desarrollo de nuestras infraestructuras, debemos optimizar su uso.

Este es uno de los objetivos de todos los implicados, tanto a nivel europeo como español. Buena parte de los los países ya están implementando medidas en este sentido y, por ejemplo, me parece destacable la última propuesta de Francia, que prohibirá el transporte aéreo interior regular si este se puede realizar en tren en menos de dos horas y media.

Aquí en España, ya se ha diseñado la “Estrategia de Movilidad Segura, Sostenible y Conectada 2030”, conocida también como “es.movilidad”, que servirá como marco de debate de la movilidad. Esta contempla, entre sus líneas de actuaciones, el estímulo de medios de transporte de bajas emisiones, pero también una gestión más eficiente del mismo.

Y es que, aunque se trate de uno de los medios de transporte más sostenible, no hay que olvidar que el tren también debe adaptarse a los objetivos de reducción del consumo energético y de la huella de carbono. El gasto energético es muy alto, y como ejemplo ilustrativo tenemos el gasto en energía de ADIF, que suma 560 millones de euros al año. ¿Cómo podemos ayudar al ferrocarril a ser más eficiente energéticamente? Avanzando en la digitalización del sector y, por ende, en la mejora de su eficiencia energética.

Ante la presión que pueden sufrir las infraestructuras eléctricas y físicas por el aumento de pasajeros, la digitalización ayuda a agilizar las operaciones, mejorar la fiabilidad de los activos y la experiencia de los pasajeros.

La disponibilidad de información precisa, en tiempo real y a través de plataformas digitales conectadas permite planificar mejor la movilidad, orquestar sus flujos, avanzarse a posibles problemas e identificar áreas de mejoras y ahorros. El uso de análisis de big data e inteligencia artificial puede mejorar la respuesta ante fallos y reducir el tiempo de inactividad a través de servicios de mantenimiento predictivo.

Al aumentar la eficiencia global de la red ferroviaria, también se contribuye a su sostenibilidad y a mejorar los servicios tanto de viajeros como de mercancías. Eso sí, la digitalización debe ser integral: empieza en la etapa de diseño y acaba en el mantenimiento, pasando por la implantación y la operación.

La buena noticia es que parte de los fondos europeos de recuperación se han destinado a acelerar la transformación digital del sector, lo que redundaría de forma directa en una mejora de su eficiencia energética. El ferrocarril contará con, aproximadamente, el 85% de la inversión total en infraestructuras de transporte de los Fondos de Recuperación NextGeneration de la UE, unos 6.200 millones de euros, y recogerá el 42% de los presupuestos destinados al Ministerio, que ha consignado actuaciones ferroviarias por valor de 5.876 millones de euros. A ello se suma el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España, con 6.300 millones de euros destinados a ayudas para la mejora del transporte ferroviario.

Estas necesarias inversiones van a proporcionar múltiples ventajas, desde múltiples puntos de vista. Modernizar el transporte ferroviario será beneficioso para los pasajeros, por supuesto, y para la sostenibilidad, pero también impactará positivamente en todo el ecosistema económico y empresarial de la red ferroviaria, que ha crecido especialmente gracias a la Alta Velocidad.

Es, en definitiva, un momento excelente para avanzar hacia la movilidad del futuro, y debemos aprovecharlo al máximo para que el transporte sea tal como lo hemos dibujado: más sostenible, competitivo y eficiente, tanto operacional como energéticamente.