Hay que reimaginar la movilidad con vocación de sostenibilidad

LLa pandemia ha traído numerosos cambios y la movilidad no es ajena a ellos. La contaminación ambiental es una amenaza para el bienestar de los ciudadanos, que están especialmente insatisfechos y son conscientes de la necesidad de reducir las emisiones en las ciudades, al tiempo que se muestran dispuestos a cambiar de hábitos para avanzar gradualmente hacia un futuro con cero emisiones. Es momento de reimaginar la movilidad y diseñar estrategias que nos ayuden a disfrutar de un mundo con menos contaminación, a modificar el comportamiento relacionado con los viajes e idear sistemas de transporte más eficientes y resilientes que permitan mejorar esa movilidad.

En los primeros meses de la pandemia fuimos testigos de una caída notable de la contaminación debido a la reducción drástica de los desplazamientos por parte de la ciudadanía, que llegaron a descender un 70% durante la etapa más dura del estado de alarma, según datos de la DGT. Ahora, con la vacunación ya en marcha, cuando atisbamos el inicio del fin de la crisis sanitaria se prevé que, poco a poco, vuelvan los viajes personales y nos acerquemos a las condiciones de contaminación previas a la crisis. A ello hay que añadir el problema de concentración urbana propio de España, que ha llevado a que actualmente, el 80% de la población viva en ciudades, según datos del Banco Mundial. Nuestro país ya se encuentra, por tanto, más allá del escenario que la ONU predijo a nivel mundial para el 2050. Por todo ello, cada vez es más importante construir ciudades habitables, así como garantizar una movilidad fluida que también respalde los objetivos ambientales.

Otro de los cambios que nos ha traído la pandemia es el aumento del uso del vehículo privado, mientras que el uso del transporte público y el coche compartido ha disminuido de forma significativa. Según datos del INE el número de usuarios del transporte público cayó un 46,7% en 2020, lo que significa 2.300 millones de viajes menos, como consecuencia de las fuertes restricciones de movimientos para contener la pandemia de coronavirus. Concretamente en Madrid, el uso del metro disminuyó un 48,4% y el uso del autobús un 45,1% con respecto a 2019. El miedo al contagio es un hecho, como lo demuestra la encuesta Kapsch TrafficCom Index, que señala que tan solo el 59%de españoles se plantea usar este medio para sus desplazamientos. A esto hay que añadir el problema del parque automovilístico, uno de los más envejecidos de Europa: la edad media de los coches que circulan es de 12,7 años, con el consecuente impacto negativo en la contaminación medioambiental y la calidad de vida en las ciudades.

Para lograr una movilidad segura, sostenible, ágil y saludable debemos apostar por una gestión holística, con políticas de Estado apoyadas en la colaboración. Gobiernos y ayuntamientos deben abordar una estrategia desde una doble vertiente, por un lado, la ingeniera social, es decir influir en las decisiones de los conductores con respecto a si deben viajar, y cómo y cuándo deben hacerlo; y, por otro, implementar tecnologías avanzadas, afrontando y liderando el reto de la digitalización del sector como una política de Estado.

Para gestionar la congestión y la contaminación se debe gestionar la demanda. Es decir, se trata de controlar no solo el flujo de tráfico y vehículos, sino también el flujo de personas en todos los medios de transporte. Esta estrategia tiene el potencial de eliminar casi por completo la congestión y posibilitar grandes beneficios sociales. La gestión de la demanda influye en el comportamiento del usuario con políticas que pueden ser normas, recomendaciones, incentivos y tarifas de peaje dinámicas.

Por ejemplo, sistemas que ofrezcan descuentos para el transporte público en días con altos niveles de contaminación o aumentar el peaje en determinados momentos, ofrecer incentivos monetarios a los trabajadores para conducir fuera de las horas pico, imponer restricciones de acceso a los vehículos, etc. Un estudio reciente de Juniper Research señala que los sistemas inteligentes de gestión del tráfico podrían ahorrar a las ciudades 230.000 millones de euros de aquí a 2025 gracias a la reducción de las emisiones y la congestión. Los atascos de tráfico según las estimaciones de la OCDE cuestan anualmente a los países desarrollados un 2% del PIB, en términos de tiempo perdido, mayor gasto en combustible, deterioro ambiental y urbano, así como accidentes. En España, la cifra ascendería a unos 15.000 millones de euros, cifra similar a los presupuestos de algunas comunidades autónomas.

Al mismo tiempo, es momento de poner en práctica políticas nuevas que incentiven el uso del transporte público. La Administración debe de tomar las riendas: fomentar la confianza, acercar el transporte público y hacerlo más sencillo para que el ciudadano no sienta la necesidad de tener que coger el coche debe ser una prioridad.

En este sentido, la estrategia de la movilidad que está desarrollando el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA) y el desarrollo de la Ley de Movilidad abre un horizonte esperanzador. Estas dos iniciativas van a tener un impacto muy notorio en España, situándonos como un país de referencia.

En aras de impulsar ese compromiso que fomente la movilidad sostenible, tampoco hay que olvidar la necesidad de definir políticas flexibles en los planes de movilidad de las empresas, para evitar la congestión en las horas punta. En este sentido, un estudio de Traffic Index de TomTom 2020 muestra que los madrileños perdieron 69 horas en atascos en hora punta en 2020, mientras que en el caso de los barceloneses asciende hasta 85 horas.

Sabemos de la trascendencia de la movilidad en la transformación de nuestra sociedad actual. La pandemia nos ha puesto en bandeja una importante oportunidad para disfrutar de un mundo con menos congestión y contaminación. Se trata de apostar por soluciones de transporte innovadoras que permitan a los usuarios llegar a su destino de manera oportuna, puntual, segura, eficiente y con un impacto ambiental mínimo.