S.O.S., políticos enmascarados y taxistas sin mascarillas

Desde que el pasado día 14 de marzo se anunciase por el presidente del Gobierno la declaración del estado de alarma, la vida de todos los españoles ha cambiado. Cada uno desde nuestro lugar en la sociedad, residencia y trabajo nos hemos visto duramente afectados por dos problemas, la propagación del virus y la gestión atropellada que se ha hecho de la pandemia. Sobre el virus poco tenemos que decir desde un sector de la actividad económica. La realidad se impone, vida y muerte siempre han acompañado al ser humano, que con mayor o menor estoicismo ha lidiado con ello, incluso en esta época en la que en occidente, ilusamente, casi creímos estar por encima del bien y del mal.

Pero sobre la gestión que nuestras autoridades del mando único están haciendo de la crisis socioeconómica, haciendo uso del único derecho fundamental que aparentemente no ha sido limitado -la libertad de expresión-, algunos consideramos que es nuestra obligación ejercer una crítica, constructiva, pero severa, que ayude al conjunto de la sociedad y las actividades económicas a salir de esta situación de excepción minimizando en lo posible el daño.

Como primera providencia, a la hora de orquestar las medidas dirigidas al taxi, se ha echado en falta alguna apelación a la autoorganización y responsabilidad de los profesionales. Lejos de potenciar la organización de servicios mínimos y un reparto eficiente de los recursos y tiempos de trabajo en el servicio público, se ha generado -en momentos delicadísimos- un estupendo desconcierto y caos normativo entre todos los niveles de las administraciones públicas. Una lástima, y algo que pone en evidencia la mentalidad y desconfianza de quienes mandan respecto a la capacidad de los mandados, y que ha sido ampliamente respondida con excelencia en el servicio, acuerdos de colaboración y campañas de voluntariado, no solo de los taxistas sino de las plataformas y emisoras que gestionan sus servicios. Todo un mensaje de la ciudadanía a sus dirigentes.

En cualquier caso, al sector del taxi, con más de 65.000 trabajadores autónomos que dan empleo a otros 35.000 asalariados, le ha pillado el virus como población de riesgo. Este sector ya estaba inmerso en su propia crisis derivada de la irrupción de miles de VTC como competidores desleales, cuando se le viene encima un desplome de un 90% en la demanda de servicios a consecuencia del Covid-19. Como remedio a ello, el Gobierno ha dispuesto una prestación especial a los autónomos en función de la reducción de sus ingresos en un 75% que, en lo que respecta al sector del taxi, está resultado un enorme fiasco, repleto de incertidumbres sobre el cumplimiento de condiciones para su definitivo otorgamiento.

Se suele decir que los políticos no solucionan nunca los problemas de la realidad, sino sólo aquellos que ellos previamente han creado. Pero esta vez, ni eso, pues los taxistas autónomos no están viendo aún aceptadas sin trabas las prestaciones de Cese de Actividad por Covid-19, de modo que no se les genere un factor más de ansiedad e inseguridad sobre su futuro profesional. Aquellos que además dan empleo y tienen conductores asalariados, ven denegados sus ERTE, dado el carácter esencial de la actividad de transporte que realizan. La acreditación de la citada merma económica o de la situación de fuerza mayor, tanto por su régimen fiscal como por las peculiares características de su actividad, constituye una verdadera prueba diabólica para los taxistas, quienes, pese a haberse dirigido mediante sus asociaciones por diversos cauces a políticos, Gobierno y entidades colaboradoras de la Seguridad Social haciendo propuestas para una gestión más eficaz y posibilista de estas prestaciones, se ven varados, sin ayudas reales y con una sensación de desamparo colectiva que contribuye poco a levantar su moral. En un baño de realidad sin precedentes, algunos de los que jalearon su activismo callejero ahora les ignoran. Quienes mandan aún están a tiempo de rectificar. Desde aquí, como representante institucional del colectivo, envío la penúltima señal de socorro.

Allá donde falla el Gobierno, algunas Comunidades Autónomas -más preocupadas por el tejido productivo que el mando único-, están respondiendo de modo loable a esta petición de auxilio, si bien aún no se han podido concretar las soluciones que prometen.

Por otro lado, crece la vulnerabilidad de los taxistas al desempeñar su trabajo sin apenas medidas de protección, ante la ausencia aún de la entrega de mascarillas y otros adminículos necesarios, prometidos hace semanas por parte del Gobierno. Pese a ello, muchísimos taxis están prestando servicios gratis y de voluntariado para traslado de sanitarios y otros colectivos esenciales. Una vez más autoridades y ciudadanos se visten y revisten de modo muy distinto, unos se enmascaran detrás de la propaganda oficial y otros dan la cara sin mascarillas para que el mundo siga girando.

Actualmente no hay trabajo, ni ingresos para los profesionales del taxi, pero los gastos apenas han disminuido a pesar de ello. Por ello, necesitan, como muchos otros autónomos la ayuda urgente de su Gobierno como mando único de todas las Administraciones. En este sentido, también resulta vital poder arbitrar medidas excepcionales de cancelación de cuotas a la Seguridad Social, reducción del IRPF en un 50%, eliminación de obligaciones burocráticas superfluas y un aplazamiento de los pagos en período voluntario del IVA y demás tributos relacionados con la actividad del taxi.

Porque todos queremos que cuando acabe la pandemia los daños al tejido productivo sean los mínimos posibles, autónomos y pymes requieren una especial atención. Sin menospreciar a nadie, autónomos y pymes son quienes más empleo crean y excelentes dinamizadores de la sociedad. En el caso de los dedicados a la movilidad, que es y será estratégica para retornar a cierta normalidad, lo más social y lo más progresista es echarles una mano, y no precisamente al cuello. Ahora o nunca, S.O.S., porque pocas veces las perspectivas han sido más duras.

Nota: Este artículo se entregó la tarde del viernes 3 de abril.