Aerolíneas: la supervivencia como condición necesaria para la recuperación

El Covid-19, además de suponer una crisis sanitaria sin precedentes en nuestra historia reciente, está teniendo un efecto devastador en la economía, el empleo, y en la sociedad en su conjunto. Y lo más complicado es que, al igual que no sabemos cómo va a ser el mundo que nos tocará vivir a partir del momento en que las medidas de confinamiento se relajen, es casi imposible de prever la magnitud que sus efectos van a tener en nuestro tejido productivo y empresarial a medio y a largo plazo.

Porque a corto plazo, siendo el sector aéreo uno de los grandes afectados por esta crisis, se une a una muy larga lista de sectores y actividades que prácticamente se han paralizado. Esta situación, no siendo ajena a una industria tan sometida a factores exógenos como la aviación comercial -recordemos los parones unidos al 11-S en EEUU en 2001, o el más reciente provocado en Europa por la erupción del volcán islandés de nombre impronunciable en 2010-, tiene una serie de características que la hacen especialmente virulenta para el sector, además de impredecible. La primera es que, siendo la aviación comercial un sector muy necesitado de liquidez para su funcionamiento, todas las aerolíneas están, en mayor o menor medida, provistas de reservas de tesorería para hacer frente a un cierto periodo sin recibir ningún tipo de ingresos. Pero dichas reservas son finitas, y ni la compañía más sólida desde el punto de vista financiero puede garantizar su supervivencia si la sequía de ingresos se extiende indefinidamente en el tiempo.

La segunda característica a tener en cuenta es que, a diferencia de los dos eventos mencionados, en los cuales se sabía que una vez que pasasen los efectos de los mismos la gente iba a volver a volar como lo había hecho hasta entonces, ahora es muy incierto saber cuáles serán las restricciones a la movilidad de la ciudadanía que se impondrán a futuro. Y sobre todo, independientemente de dichas restricciones, aunque relacionado con ellas, cuándo los consumidores recuperarán la confianza de volver a viajar y desplazarse, especialmente a otros países. Esto añade una capa de incertidumbre adicional a la previsión de la evolución de los ingresos, además de anticipar la previsible necesidad de que la industria reduzca su tamaño cuando la demanda comience su recuperación.

Por todo ello desde ALA no nos cansaremos de repetir que, el requisito previo para la recuperación de la industria y, con ella, del sector turístico, tan dependiente del modo aéreo -más del 80% de los turistas internacionales que nos visitan vienen por esta vía- pasa por garantizar la supervivencia de las aerolíneas como condición necesaria, aunque no suficiente. Condición necesaria porque, a diferencia de situaciones en donde alguna o varias compañías aéreas han desaparecido, y su hueco al menos a medio plazo ha sido ocupado por otras, ahora mismo está en cuestión la supervivencia de prácticamente cualquier aerolínea sin una serie de apoyos externos. Pero no suficiente porque, cuando llegue el momento de empezar a hablar de recuperación, habrá que activar un plan de apoyo sin precedentes para conseguir reflotar un sector que contribuye alrededor del 13% del PIB y del empleo en España.

Para ello, es fundamental que se arbitren medidas desde los distintos actores involucrados para ayudar a reducir costes a corto plazo y a aliviar la situación de tesorería de las compañías aéreas. Los pasos dados por el Gobierno de España hasta la fecha son positivos, pero insuficientes. Por un lado están las medidas de flexibilización de los ERTE por Fuerza Mayor motivados por el Covid-19 -más de 20.000 empleados directos ahora mismo están en un proceso de este estilo, y muchos más indirectos-, que ayudan a mitigar en parte la partida de gastos de personal, aunque la vigencia de dichos ERTE por Fuerza Mayor debería de extenderse más allá de la finalización del Estado de Alarma, ya que las prohibiciones y restricciones para volar impuestas por muchos países seguirán existiendo después del final del mismo.

Por otro lado, está la cuestión de las líneas de crédito garantizadas por el ICO para aportar liquidez al sistema, las cuales se antojan claramente insuficientes en cuanto a la cantidad destinada a las mismas, especialmente si se compara con medidas específicas articuladas por otros Gobiernos europeos para ayudar a sus aerolíneas. Sería necesario que desde el Gobierno de España se asumiese el rol estratégico que el transporte aéreo tiene en nuestro país, de forma que se articulasen fondos de liquidez específicos para el sector, que garantizasen suficientemente las operaciones esenciales del mismo, los cuales deberían salir de la Unión Europea.

En cuanto a los costes operativos, si bien una gran parte de ellos no se generan debido al parón de la actividad, hay algunos que van a incrementarse de forma extraordinaria, como son las tarifas de estacionamiento de los cientos de aeronaves que se han visto obligadas a quedarse en tierra temporalmente. Este coste, que representa más de siete millones de euros al mes, si bien se ha arbitrado la posibilidad de retrasar el pago del mismo seis meses sin intereses, lo cual es de agradecer, lo deseable sería que, al igual que han hecho los operadores aeroportuarios de otros países europeos como Holanda o Noruega, entre otros, se hiciese el esfuerzo adicional de condonar de manera temporal y excepcional dichas tasas, como apoyo al sector en este momento crítico.

Sin ir más lejos, esta Semana Santa estaban planificados alrededor de 75.000 vuelos en España, aunque finalmente se operarán unos 3.500 nada más, todos ellos vuelos de emergencia con materiales esenciales, vuelos de repatriación y unos pocos para garantizar una conectividad mínima con los territorios extra peninsulares. Y es bastante probable que al menos durante todo abril y quizás mayo el número de vuelos que se operen siga bajo mínimos. Cuando empiece a recuperarse la actividad, que probablemente comience con la de vuelos domésticos inicialmente, aunque es difícil saberlo con certeza, será el momento de trabajar todos juntos para volver a prestar ese gran servicio a la sociedad que el transporte aéreo proporciona, acercando a personas, permitiendo viajar y conocer nuevos destinos, y actuando como uno de los catalizadores clave del turismo y de la economía en su conjunto.