El Museo Thyssen celebra el centenario de Lucian Freud con una gran retrospectiva

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se une a la National Gallery de Londres para presentar una retrospectiva en honor al centenario del nacimiento del pintor británico Lucian Freud (1922-2011).

La muestra, comisariada por Daniel Herrmann en Londres y Paloma Alarcó en Madrid, cuenta con más de cincuenta obras que abarcan las siete décadas de producción artística de uno de los creadores europeos más destacados del siglo XX. Después de su paso por Londres, la exposición llega al museo madrileño este mes de febrero.

Freud era un visitante asiduo de las grandes pinacotecas y su obra refleja su profunda admiración por los grandes maestros de la pintura: Holbein, Cranach, Hals, Velázquez, Rembrandt o Watteau hasta Ingres, Courbet, Rodin o Cézanne. Sin embargo, también mantenía una fuerte voluntad de independencia artística.

Su trabajo siempre estuvo dedicado a la representación del cuerpo humano y el retrato del hombre contemporáneo. Freud buscaba descubrir la pintura sobre la pintura, su propia reflexión meta-artística y la “intensificación de la realidad”. Tal vez por ello, por esa necesidad de llevar al máximo la autenticidad de su mirada, su obra resulta subversiva, incisiva e indecorosa. A contracorriente de las tendencias abstractas o conceptuales que surgieron a su alrededor, la hace aún más relevante y provocativa en la actualidad.

La exposición propone una nueva mirada a la obra del artista y se centra en su compromiso permanente con la esencia de la pintura.

Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, el pintor muestra clara preferencia por el arte figurativo y adopta una posición de resistencia frente a las tendencias abstractas dominantes en la época. Su técnica meticulosa y detallada, lograda mediante el uso de pinceles finos, crea personajes hieráticos con atributos que evocan a los pintores del Renacimiento del Norte. En estas obras tempranas, como el retrato de su primera esposa Kitty Garman, Muchacha con Rosas, presenta las figuras en postura frontal. Transmiten la sensación de frialdad que se convirtió en su seña de identidad.

A medida que la fama de Freud crecía, solo aceptaba encargos de personas a las que respetaba o admiraba. No obstante, les imponía condiciones estrictas en cuanto a la forma de posar y la duración de las sesiones, siempre en su estudio.

Estos retratos siguen la tradición de las composiciones de poder de Rubens o Velázquez, en los que los modelos están sentados con las manos apoyadas en los brazos de la silla o sillón, y tienen una actitud reflexiva. La exposición incluye dos magníficos ejemplos: Hombre en una silla (Barón H.H. Thyssen-Bornemisza) y Dos irlandeses en W11.

La retrospectiva concluye con una selección de retratos de desnudos monumentales. Se observa en ellos una profunda contemplación de la vulnerabilidad del cuerpo y la plasticidad de la carne como elementos pictóricos.