Cómo empezar a pedir sin avergonzarse

¿Cuántas peticiones haces durante un día? En la universidad me hablaron de un experimento donde contaron el número de frases en imperativo que un niño escuchaba al día. Eran tantas que pensé: “Si a mí me las hicieran, me agobiaría”.

Ese dato me ayudó a reflexionar acerca de nuestra forma común para pedir o solicitar algo, de qué manera lo hacemos y qué sentido tiene para nosotros el cuidado de quien recibe estas frases.

Pedimos a lo largo del día en repetidas ocasiones. Pedimos a la misma persona con la que tenemos ya mucha confianza, hasta aplicarse la frase “esa confianza que da asco” con la que se accede a la petición por no tener un lío. Hay personas que por evitar el conflicto, permiten esas peticiones y luego tienen un gran coste emocional de criticarse ellas mismas por tolerarlo.

Hay peticiones que, en estilo agresivo, pueden ser percibidas como exigencias, de las que hasta los más jóvenes se retiran al son de “sí hombre, porque tú lo digas” y dejan de acceder a ellas.

En cambio, hay otras mucho más sutiles, más sibilinas y que vienen entonando esa frase de “como tú esto lo haces tan bien” y estrofa seguida, piden directamente lo que quieren sin preguntar a la otra persona si esto puede ser posible, sin solicitar permiso. De hecho, lo dan por supuesto y según con qué persona (más asertiva o sumisa), se acepta o no esta cuestión.

¿Y si empiezas a pedir lo que necesitas?

Si lo deseas puedes conseguirlo como muchas otras personas lo hicieron. Si tú no sabes, busca a quien sí y te acompañe. Siente que va a poder darte impulso para encontrar esos “cómo lo hago entonces” y diseña tu plan de acción sin olvidar tres hitos:

Evita manipulaciones: Fija límites a ese ritmo rápido y halagador que te impide escuchar la molestia interior que te produce acceder a algo así de forma súbita. Solicita un tiempo para pensarlo, respirar y contestar.

Antes de responder a las personas, piensa si en el fondo sus palabras o su forma en algún punto te incomodan, para hacerles conscientes de que esas formas no son las que te agradan, y además incide en que tu responsabilidad no es esa tarea que te encomiendan, que es algo a resolver por ellos.

Empieza gradualmente a impedir que lo que no te corresponde acabe en tu agenda del día y te reste tiempo. Libérate de obligaciones que no son las tuyas, pide tu tiempo.

Recuerda: “Pedir” amplía nuestro crecimiento personal, se puede hacer y sin avergonzarse, porque es tu derecho asertivo.