Nuevos modelos de negocio asegurador para superar el invierno demográfico

El aumento de la esperanza de vida es una buena noticia, sin duda alguna. La capacidad de alargar la esperanza de vida hasta pasados los 80 años tiene sus ventajas, pero también implica ciertos riesgos que, como sociedad, debemos saber afrontar. El reto está, además, en llenar no ya la vida de años, sino los años de vida. Alcanzar edades avanzadas con buena salud y la capacidad de disfrutarlos en plenitud de facultades es otro de los desafíos actuales, ya que la esperanza de vida libre de enfermedad es bastante más reducida que los años de más que conseguimos vivir.

A esta mayor longevidad se le suma la sequía de nuevos nacimientos que permitan un recambio generacional constante y saludable. El resultado es una pirámide poblacional que cada vez se parece menos a una pirámide y el riesgo de que el relevo generacional natural no llegue a producirse. Y esto tiene muchas consecuencias socioeconómicas.

Una economía envejecida tiene el riesgo de frenar su innovación y el desarrollo industrial para centrarse en los servicios dirigidos a atender las necesidades de una población avejentada. En la combinación de ambos factores reside el éxito o al menos así lo estiman los expertos. La economía silver o de las canas ofrece un amplio abanico de oportunidades a quienes las quieran y sepan aprovechar. No en vano, la mal llamada tercera edad es uno de los colectivos con más poder adquisitivo y que más consumen en todos los ámbitos, también en el del entretenimiento.

Este cambio en la composición de la sociedad también impacta de lleno en el sector asegurador. Las compañías de seguros se han visto obligadas a modelar su negocio a imagen y semejanza de la sociedad a lo largo de su historia. Y esto no será una excepción. Contar con asegurados más mayores y longevos obliga a las compañías a repensar el acceso a ciertas pólizas, como los seguros personales, en los que hasta hace poco la edad era una barrera de entrada en muchos casos infranqueable.

El seguro de vida, salud o accidentes está cambiando la forma en la que se acerca a la población mayor, alargando coberturas y abriendo la contratación más allá de los 65 años. No en vano, una persona que se jubila hoy a los 67 años tiene en el horizonte un par de décadas más de vida, al menos sobre el papel.

En este contexto, el seguro trabaja para adaptar sus servicios y soluciones aseguradoras para proteger a sus asegurados en cualquier ámbito, el de los bienes materiales y el de los personales.