El incremento de muertes en España aumenta la preocupación en el sector

La tasa de mortalidad crece un 16% en el país, aunque los expertos no dan una explicación definitiva a esta insólita cifra.

La tasa de mortalidad en España sigue sin volver a los datos habituales prepandémicos. Administrativamente, nadie quiere desarrollar por qué se produce este contundente fenómeno descubierto por Eurostat. Según revelan los últimos datos publicados por la oficina estadística europea, España ha experimentado un aumento del 16% en la tasa de mortalidad registrada en junio, por detrás de Portugal, con un alza del 24%.

Sin duda, unos datos preocupantes y escandalosos sobre los que ninguna institución del Gobierno ha querido dar una explicación. Tal y como refleja MoMo, el sistema de monitorización que mide la mortalidad diaria por todo tipo de causas en España, el mes de julio registró 10 veces más muertes que el de 2019. Francisco Martínez Aguilar, director general de Asisa Vida, aporta una serie de razones que pueden llegar a justificar cierta parte de estas defunciones. “Diversos estudios explican los factores que influyen en este comportamiento; entre ellos se encuentran las consecuencias a largo plazo de la pandemia, el efecto de las olas de calor de los últimos meses o las consecuencias de la crisis económica”, explica.

Deteniendo la atención en las diferentes casuísticas, el aumento de las muertes en estos meses podría incitar las diversas tesis antivacunas. No obstante, si las vacunas Covid-19 no hubieran atenuado la alta tasa de mortalidad, la subida en el número de muertes habría sido significativa en toda Europa. Por otro lado, la llegada de la pandemia ha provocado un gran colapso sanitario, el sistema sanitario no estaba preparado para afrontar una emergencia sanitaria de esta envergadura. Las secuelas de esta grave crisis se reflejan en citas suspendidas, retrasos en el diagnóstico, interrupciones de tratamientos y muertes.

También, es importante señalar que la mayoría de defunciones se han producido en personas mayores de 90 años. En este baremo de edad, las enfermedades crónicas están muy presentes, por ello, necesitan una mayor atención y cuidados sanitarios. Por otra parte, algunos expertos sanitarios alegan que el Covid-19 tiene analogía con diferentes patologías cardiovasculares y que, además, el confinamiento derivó en el incremento de enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión. En conclusión, en estos meses, casi sin restricciones ni mascarillas, la población estaría viviendo las consecuencias de la mala gestión sanitaria, agravada por la pandemia.

Consecuencias en el sector asegurador

El asegurador es un sector que se ve directamente afectado por esta situación, puesto que dependen de las personas y sus hábitos de vida. “En todo caso, aunque el aumento de la mortalidad tendrá efectos distintos en los diferentes ramos, no esperamos que afecte directamente a la disminución de pólizas o a la estabilidad del sector”, comenta Martínez Aguilar. Las aseguradoras y sus departamentos técnicos cuentan con previsiones a largo plazo, por lo tanto, están preparadas para hacer frente a estos desajustes puntuales de la dinámica poblacional. Del mismo modo, las normativas establecidas por el sector obligan a mantener reservas para poder afrontar estas desdichas, por ello, no existe una preocupación aparente en el sector.

Por lo general, las aseguradoras son grandes previsoras, sin embargo, este aumento de muertes no afecta a todos los ramos de forma semejante. Como indica Martínez Aguilar, en decesos han sufrido un importante aumento de la siniestralidad derivado de la gran ola Covid-19. “Sin embargo, este incremento de la siniestralidad se ha visto compensado por el aumento de la demanda de estos seguros por parte de muchas familias que han percibido la necesidad de protegerse. En el caso del seguro de Vida, que también ha visto como aumenta su siniestralidad, se observa también un incremento del aseguramiento: muchas personas entienden la ventaja de’ contar con estos seguros e incluso ha descendido la edad de contratación por esa percepción de vulnerabilidad que todos hemos sufrido en nuestra propia realidad”.

El seguro responde a una sociedad envejecida

Este repunte de mortalidad ya ha afectado a la esperanza de vida. Según el último informe recogido por el INE, que todavía no tiene datos de 2021, en 2020 se encuentra en 79,6 años en varones, mientras que en mujeres se sitúa en 85,1 años. Comparando con datos de 2019, en varones se ve un ligero descenso, la esperanza de vida se situaba en 81,3 años. A pesar de esta bajada, España todavía ocupa un puesto muy relevante entre los países con mayor esperanza de vida, colándose en lo más alto junto a Japón, Corea del Norte, Francia y Suiza.

Esta buena noticia tiene notables consecuencias y retos sociales. Principalmente, es importante reconocer que España envejece y pierde población. En 2017, según datos del INE, ya hubo más muertes que nacimientos, con un resultado negativo de 31.245 personas. La clave para entender esta situación demográfica se encuentra en la inexistencia del relevo generacional. La tasa de fertilidad se sitúa en 1,31 hijos por mujer, muy lejos de los 2,1 hijos necesarios para asegurar este relevo. Este hecho conduce a la llamada “pirámide invertida”, es decir, una población envejecida. Según estimaciones elaboradas por sociólogos, se calcula que a mediados de siglo, el 35% de la población tendrá una edad igual o mayor a los 65 años.

En este contexto, es crucial conocer el rol que desempeñan las aseguradoras para dar respuesta a las necesidades de una sociedad cada vez más envejecida. “La principal misión de las aseguradoras es atender las necesidades de las personas y responder a sus demandas. En una sociedad cada vez más envejecida, el seguro se adaptará para seguir siendo útil a sus clientes, integrando en sus productos a los asegurados más mayores, adecuando las primas a la evolución demográfica y la esperanza de vida o lanzando nuevos seguros para cubrir necesidades distintas. En definitiva, las aseguradoras jugaremos un papel cada vez más destacado en el cuidado de las personas y en el sostenimiento del Estado del Bienestar”, asegura Martínez Aguilar, desde Asisa.

La longevidad puede suponer un reto para las aseguradoras, puesto que ya afecta al abaratamiento en los seguros de vida y decesos. “Aunque las tasas de mortalidad varían lentamente y los cambios se producen a largo plazo, es previsible que en el futuro nos enfrentemos a escenarios en los que la prevención, la mejora en los índices de salud, la alimentación, la seguridad en el trabajo, etc., acaben favoreciendo la disminución de las tasas de riesgo y, por lo tanto, un abaratamiento de las pólizas”, concluye Martínez Aguilar.