¿Qué quiero creer?

El otro día escuché hablar en la radio del efecto nocebo y mi curiosidad atendió en silencio.

Existen numerosas investigaciones científicas en diferentes experimentos realizados que prueban el efecto placebo. Éste se produce cuando, por ejemplo, una sustancia, como una pastilla -en principio neutra- es administrada a una persona diciendo que es un medicamento para mejorar su bienestar. Resulta que aun siendo neutra, hace aumentar su sensación de bienestar (más aún si en lugar de una cápsula se le administra una inyección). También estos resultados mejoran si la cápsula es de color en lugar de blanca.

Reflexioné entonces: “Qué importante lo que una persona piensa, lo que cree acerca de una realidad que en principio es neutra y tras un solo pensamiento, puede variar a positiva para mejorar su bienestar. Qué gran poder tiene el lenguaje incluso si es solo interno, si no llega a expresarse, existe y deja huella. Impresionante”.

Pero entonces, ¿qué era ese efecto nocebo?

Sí, justo lo que pueden imaginar. Lo contrario. Tras la pandemia se ha investigado que muchas personas que tenían ideas negativas acerca del efecto de la vacuna, han podido ellas mismas provocar que tras la inyección, los efectos hayan sido adversos. Y es característico que en algunas enfermedades reales se cuente también con esta profecía autocumplida. Este mismo fin de semana escuché a mi primo decirlo: “Si yo creo que me sentó mal la vacuna de lo nervioso que yo mismo me había puesto antes de pincharme”.

Por eso, hoy quería rescatar este tipo de comentarios para reflexionar: ¿Qué nos decimos? ¿Qué queremos creer? ¿Para qué elegimos unos pensamientos en lugar de otros?

Al lanzar estas preguntas, cada quien tiene campos para investigarse y no sólo respecto a temas médicos, sino en diferentes tomas de decisiones que pensamos y repensamos en nuestro día a día. Qué queremos creer en cada caso y qué beneficios nos está aportando pensar así, además de las consecuencias que nuestro cuerpo nota.

Es curioso que el efecto nocebo funciona con fuerza si además lo pronostica una persona con cierta autoridad. Aquí es importante también notar con qué tipo de personas convivimos y qué caso hacemos a sus mensajes, quizá se trate de personas que entrañan una relación tóxica, y de las que hay que ser conscientes para poder frenar esos mensajes externos que nos lanzan gratuitamente e impedir que contagien a nuestro lenguaje interno de miedo innecesario.

Por tanto, el reto es mayor, porque a veces los demás son más escuchados que nosotros mismos, por eso, ojalá que cada vez sean más conscientes. Desde estas líneas, sólo susurrarles que estas palabras cambian cómo te sientes, así que... ánimo y a cribar lo que no suma.