El dato, mi tesoro

Si el presente inmediato del sector asegurador fuera contado por Tolkien, muchas aseguradoras acabarían siendo una copia distorsionada de Gollum o, cuando menos, sufrirían el influjo maléfico del dato que cambia a las personas subyugadas por su poder. Cuando dijeran el consabido “¡Mi tesoro!” acariciarían la fuente del poder maligno residente en un dato, capaz de elevar el conocimiento para tomar el control de los hilos que mueven las decisiones del asegurado.

Sí, todas las aseguradoras suspiran por el dato, es normal, pues el consumidor deja a lo largo de su vida unas migas de pan que dibujan intereses, apetencias, miedos y -lo que es más importante tal vez- a qué impulsos es incapaz de contenerse y, por tanto, hará el “clic de oro” sin pensar.

Y ahí es dónde radica el segundo peligro. Como decía Kahneman, tenemos dos cerebros, uno que piensa de forma automática, irreflexiva, y otro que se toma su tiempo en responder.

El reto es cómo ofrecerle algo de escaso valor que compre compulsivamente. Si lo piensa bien, una compañía de seguros obtiene más rentabilidad cuando expone poco capital a los riesgos o cuando estos son parcial o totalmente excluidos. Así también cuenta con más margen para pagar a vendedores, en cualquier canal, especialmente motivados por la codicia en perjuicio de la ética y la profesionalidad. Al fin y al cabo, seleccionar y ofrecer algo de calidad es más complicado que un precio barato que toque fibras irracionales.

Prepárese, pues, para ver seguros que apenas tendrán “chicha”, cargados de servicios que carecen de carga aseguradora, pero hacen bulto. Prepárese para ver cómo una IA descarta a quienes viven en un cierto código postal (esto ya ocurre), a quienes tienen cierto nivel de renta o pesan más de lo que conviene. Imagine si, en algún momento, los datos biométricos o -como ya se ha dicho- la expresión facial conduce a pronosticar ciertas enfermedades. Imagine lo que va a pasar en el campo del seguro.

La base del seguro es la mutualización, la dispersión del riesgo de quienes lo sufren entre un montón de personas o empresas que están expuestas a ese riesgo. Si nos cargamos eso, ¿en qué va a devenir el seguro?

Otra cuestión importante: toda Inteligencia Artificial tan solo aporta probabilidades de que algo sea de un cierto modo, pero, como se está viendo en el ámbito de la prevención del fraude, es muy fácil que las aseguradoras interpreten ese dato en términos de certeza. Si el sesgo guía sus actos caerá en el abuso y la injusticia.