La importancia de la buena salud al volante
La salud es la pieza fundamental de nuestra existencia, pero cuando hablamos de conducción es todavía más importante que estemos en buenas condiciones pues podemos poner en peligro no solo nuestra vida sino la de los demás.
Estamos en una época en la que se realizan cientos de miles de desplazamientos largos por carretera, por lo que no es un mal momento para tratar un tema fundamental a la hora de no ponernos en peligro ni a nosotros ni a los demás cuando estemos al volante. Hablamos de la salud, esencial en todos los aspectos de nuestra vida pero todavía más importante cuando nos referimos a circular, pues la vida de otras muchas personas también entra en juego. Por ello, conducir en el mejor estado físico -y mental- posible es garantía de seguridad para nosotros y nuestro entorno.
Analizamos, uno por uno, los principales factores referentes a la salud que influyen en el estado de la persona que conduce y, por lo tanto, favorecen o impiden una correcta y segura conducción:
- Enfermedades: obviamente, influyen a la capacidad para conducir un vehículo. Algunas sólo de forma leve, como las dolencias musculares, las gripes o los resfriados (aunque cuidado, que estas dos últimas pueden hacer que la atención y la percepción se reduzcan significativamente) y otras de forma mucho más grave, lo que haría desaconsejable la conducción. En el buen juicio de la persona enferma está el ser honesto consigo mismo y responsable, y reconocerse si está en condiciones o no para ponerse al volante.
- Medicamentos: muchas veces los usamos para combatir las enfermedades, pero también tienen un lado oscuro, los famosos efectos secundarios. De hecho, varias medicinas producen somnolencia o mareos, e incluso alguna puede propiciar ansiedad, lentitud de movimientos, hipotensión o visión borrosa. Así que hay que estar muy atento para ver qué efecto producen en nuestro organismo, conocer las contraindicaciones de cada medicamento y, si tenemos alguna duda sobre su compatibilidad con la conducción, consultar a un médico.
- Cansancio: un factor al que muchas veces no se le da la importancia que se merece, especialmente en los viajes de larga duración por carretera. El agotamiento reduce la percepción y la agilidad al volante, lo que acaba desembocando en una conducción menos certera y más insegura y peligrosa. Recomendamos hacer los descansos oportunos al volante, turnarnos con otra persona si es posible o, si no queda otra, detener el vehículo para reponer fuerzas el tiempo que sea necesario. Quizás lleguemos tarde a una reunión o a una cita, pero nada hay más importante que proteger nuestra vida y la de los demás estando al volante.
- Sueño: un elemento similar al anterior. Es muy peligroso conducir habiendo dormido poco, nada o mal, porque la velocidad de reflejos y la atención a la carretera son muy inferiores. Aún más peligroso es que entremos en los conocidos como microsueños, pequeños momentos de desconexión involuntaria que hacen que nuestros ojos se cierren un instante y que pueden desembocar en un accidente.
Si el sueño es moderado, tal vez poner la música alta o bajar la ventanilla para que el aire nos mantenga despejados nos ayude a estar atentos, pero si vemos que puede generar un serio problema la receta es la misma que si hay cansancio: antes parar a dormir, si no queda otra, que continuar nuestro camino convirtiéndonos en un peligro sobre ruedas.
- Edad: con el paso de los años se pierden capacidades, tanto los reflejos como la vista y el oído, dos sentidos esenciales a la hora de conducir. Por eso es comprensible que los análisis médicos para renovar el permiso de conducción se realicen cada vez con más frecuencia a medida que nos hacemos mayores. Más allá de eso, como en otros casos, nuestra capacidad para analizarnos con objetividad y ser sensatos resulta crucial. ¿Nos seguimos viendo en condiciones para conducir? Responder con honestidad a esta pregunta nos dará la respuesta correcta y obraremos en consecuencia.
- Consumo de alcohol y otras drogas: estas sustancias alteran significativamente nuestra capacidad de conducción, lo que no sólo aconseja sino que obliga a no manejar un coche.
En España está prohibido circular con una tasa por encima de los 0,5 gramos por litro de alcohol en sangre, y qué decir tiene que las drogas están prohibidas y más al volante.
El alcohol, entre otras cosas, ralentiza la capacidad de reacción y dificulta la concentración, generando somnolencia, fatiga muscular y problemas para coordinar y percibir; las drogas pueden provocar mil efectos nocivos de cara a conducir: distorsión de la percepción, sobreestimulación, agresividad, cambios de humor, somnolencia, relajación, falta de concentración, alteraciones de los sentidos...