La pintura silenciosa de Morandi resuena en la Fundación Mapfre

‘Morandi. Resonancia infinita’ ofrece una retrospectiva de la obra de este pintor italiano marcada por el misterio y la fragilidad de sus pinturas. Ya puede visitarse en Fundación Mapfre

La Fundación Mapfre exhibe en la sala Recoletos (Madrid) una interesante retrospectiva dedicada a Giorgio Morandi, cuya obra trasciende los límites del tiempo y de lo tangible. Morandi. Resonancia infinita recorre todas las etapas de su trayectoria artística: desde los inicios, vinculados a la reflexión sobre Cézanne y el cubismo, la breve e importante adhesión a la pintura metafísica, hasta la definición de un lenguaje maduro y original, documentado en la sección “Diálogos silenciosos”.

La muestra incide en la musicalidad constante de la obra de este pintor italiano, presente en todos los objetos que habitan su obra a modo de cajas de resonancia. El recorrido propone el análisis de su obra a través de varios conceptos clave: el efímero momento metafísico en el que sus obras se pueblan de objetos infrecuentes en su iconografía; las flores y las naturalezas muertas; los paisajes; el timbre autónomo del grabado y la influencia de su legado en la evolución del arte contemporáneo.

Flores y bodegones

Contemplar los cuadros de Morandi es como entrar en una habitación dormida, bañada por la luz lechosa de un día de invierno, donde los objetos cotidianos -botellas, conchas, cuencos, latas, jarrones, cajas- protagonizan la escena. Silenciosas y sublimes, sus composiciones generan una inquietante sensación de misterio. El eco de sus trazos resuena sobre ese mutismo pintado en todos los colores de blanco. La iluminación, ambigua, se expande por la atmósfera como un leve pero incesante susurro.

También las flores acompañaron siempre la poética en blanco del pintor. Los matices de ocre, marfil, rosado o grisáceo perfilan rosas, zinnias o margaritas de capullos apretados que introduce en jarrones erguidos sobre superficies horizontales. De esta forma acentúa el efecto de la fragilidad y fugacidad de las mismas, condenadas a la decadencia y el ocaso.

Los paisajes

Él, que apenas salía de casa, se asomaba al exterior a través de la única ventana de su estudio en Via Fondazza. Las vistas al pequeño patio, donde un olivo y un macizo de flores definían el umbral entre el pintor y el mundo que tan repetidamente representó durante la década de los 30, determinaron el inicio de su madurez artística y el desarrollo de su personal lenguaje pictórico. El pueblito de Grizzana, situado al borde de los Apeninos, le proporcionó otro importante arsenal de herramientas paisajísticas con las que ejecutar en el lienzo las partituras de la naturaleza.

El timbre autónomo del grabado

Entre las piezas que conforman la exposición, buena parte se centra en los grabados que el pintor boloñés realizó a lo largo de toda su carrera. El primero, a los 22 años, determinó una manera más de expresión artística. Para él la estampa no era un mero complemento de sus óleos, sino una técnica específica que le permitía profundizar en los espectros lumínicos.