Y, usted, ¿qué es lo que quiere?

Hace días que la página está en blanco. Me mira, la miro, la esquivo y me observa, crítica, con peor cara. Me persigue. Hace horas que estamos en esta escena tensa, -casi de película de terror- con la página.

La mente en blanco. Tener que tomar una decisión, elegir un camino, establecer un rumbo y ese momento en que llega la maldita pregunta: en realidad, ¿qué quiero?

Hay un estudio científico que desde hace años está analizando a los ganadores de la lotería para ver de qué maneras les influye el cambio, una vez que la X de la ecuación de toda esa felicidad que supuestamente llegaba con el dinero, por fin se resuelve.

Déjeme contarle, que por ahora la conclusión es que esa felicidad de “me he salvado para siempre” dura menos de cuatro meses. A partir de allí, el cerebro se acostumbra a la nueva realidad y los huecos internos que no llevaban el signo del euro comienzan a aflorar nuevamente. Cuatro meses y la X muta.

Así que le despejo el problema del dinero, le doy todo lo que quiere. Pero, ¿qué quiere?

Tomar una decisión puede ser difícil. Especialmente cuando implica un cambio de rumbo en su vida. Hay miles de técnicas, como la de las 50 preguntas que—dicen— más o menos en la número 20 empiezan a destrabarse las respuestas y busca alternativas.

Cuando tiene que decidir sobre algo que impactará a largo plazo y no sabe por dónde empezar, háblelo. Destrábese. Coméntelo. Deje que su cerebro le vaya dando forma mientras lo cuenta. Siéntalo en el cuerpo. Sí, sí. Que para eso tenemos las emociones y ellas rigen la manera en que pensamos. ¿Tiembla? ¿Se paraliza? ¿O revolotean las mariposas en el estómago emborrachadas de adrenalina?

Y mientras lo cuenta (no se boicotee de antemano y recurra a aquellos que aportan o apoyan, incluso, con un punto de vista opuesto, pero no lo macharán por querer dar el salto), escuche sus palabras. ¿Cómo gesta las oraciones? ¿Qué oculta?

Es una pregunta aparentemente sencilla. Pero recuerdo que una vez me la hizo alguien que se encarga de facilitar contactos. ¿Qué necesitas?, me dijo, y en ese momento me apabullaron los miles de pensamientos. “Si es dinero, voy al banco”. “Si es consejo, puedo acudir a tal o cual para obtenerlo”. ¿Apoyo? Enseguida le puse cara a Fulanito y Menganito. Así que ¿por qué no lograba avanzar en el proyecto que quería? ¿Qué me faltaba?

Y volví al punto uno: decide qué quieres.

Hace poco una amiga me comentaba que le había llegado la oportunidad de su vida, un gran puesto que no estaba buscando pero que le seducía por demás. Estuvo a punto de cambiar de ciudad, de vida, por conseguirlo. Todo parecía perfecto, pero dijo que no. La retribución no compensaba el cambio. Sin embargo ganó muchísimo: saber qué quería. Bendita encrucijada con final feliz.

Y, al final... yo, ¿qué quería? Lo que acabo de lograr :-)