Deporte y defensas: el comienzo de una hermosa amistad
Aunque hay quien considera que asociar la respuesta inmune del organismo a la práctica de deportes es un mito, numerosas investigaciones corroboran las excelentes relaciones entre el ejercicio y la fortaleza del sistema inmunológico.
El sistema inmunológico es el conjunto de células y moléculas que trabajan de manera coordinada para mantener la integridad de nuestro organismo e incluye, entre otras funciones, la defensa contra los patógenos externos. La Sociedad Española de Inmunología establece que, aparte de la genética, la edad, el sexo, ciertos fármacos o la exposición individual a determinados agentes infecciosos, el estilo de vida incide considerablemente en la capacidad de respuesta del organismo frente a condiciones adversas. Y es, además, uno de los factores (negativos) que podemos modificar.
Aunque en inmunología las reglas simples no existen -el sistema no opera de forma mecánica-, diversos estudios científicos confirman que “ciertos niveles de actividad física habitual se asocian con una reducción del riesgo del 31% de enfermedades infecciosas adquiridas en la comunidad y una reducción del riesgo del 37% (índice de riesgo 0,64, IC del 95%: 0,59-0,70, 4 estudios, N= 422.813 individuos) de mortalidad por enfermedades infecciosas”.
Así, el ejercicio moderado -la práctica excesiva, igual que el sedentarismo, puede provocar el efecto contrario- facilita la eliminación de bacterias de los pulmones y las vías respiratorias lo que reduce las probabilidades de contraer resfriados, gripes y otras enfermedades respiratorias. Pero es que, además, la práctica de deportes provoca que leucocitos y anticuerpos circulen por el cuerpo a mayor velocidad, facilitando la detección y neutralización de agentes infecciosos. También la elevación de la temperatura corporal durante la práctica deportiva favorece la lucha contra las infecciones. Algo similar sucede cuando se tiene fiebre.
Jesús Gil Pulido, investigador del Instituto de Biología Molecular de Maguncia (Alemania), señala que otros trabajos publicados recientemente muestran cómo el ejercicio físico disminuye la concentración de hormonas del estrés, como el cortisol o la epinefrina, lo que contribuye a reducir el riesgo de contraer patologías infecciosas y autoinmunes.
¿Fuerza o cardio? Con respecto al tipo de entrenamiento, las investigaciones aún no arrojan una respuesta definitiva. Aunque apuntan más hacia el ejercicio de resistencia y cardiovascular, nada indica que una combinación de ambas categorías no sea igualmente beneficiosa.