Es nada. Solo la harina del bizcocho

Como si fuera una brisa repentina, cada tanto la vida nos pone en bandeja ciertas oportunidades. Eso significa que, en algún momento, se trabajó esa posibilidad

Porque, a fin de cuentas, las cosas no suceden porque sí, la suerte no brota. Es harina y, si quiere bizcocho, hay que prepararlo. Una gran idea sin concretar es nada. Es una ocurrencia. Una chispa curiosa, a ratos divertida, entretenida y fugaz. Pero es nada más que ocio mental.

Ese gran contacto suyo que trabaja en la empresa más aspiracional del mundo según su opinión es una persona que conoce. No es “contacto” hasta que haga algo para que su parte profesional signifique algo en la suya.

Esa gran oportunidad que le llegará “un día” y que cambiará su forma de vivir, el éxtasis de la vida que llegará por caridad divina... Eso, es nada.

Porque, eso de mancharse las manos para conseguirlo... ¡,y! ¡quita, quita! se dice a sí mismo. Que aquí, en el sofá lloverán las posibilidades. Que total, para qué, si todo está mal. La realidad es que no tiene nada. Pero lo que menos tiene es ganas de conseguirlo. El concepto “miedo al éxito” se me atragantaba bastante porque no terminaba de comprenderlo, ¿alguien podría temer que le vaya bien?

Bastó con sacarme de encima ese Dunning Kruger de bolsillo que todos tenemos para ahondar en el tema. El problema de conseguir lo que uno quiere es que ya deja de quejarse por no tenerlo. Y eso es un gran lío. Uno, porque tiene que buscar un nuevo motivo de queja, eso percute mucho. Otro, porque cambia la situación. Y, para más inri, es menos cómodo.

Con pensar, soñar o desear, las cosas no suceden

Al final una idea, en sí misma, no es nada. Sin embargo, se puede convertir en todo al llevarse a la práctica.

La diferencia entre “esto está todo mal” y “me las he arreglado para salir adelante” es una acción. Una decisión. Un hacer. Un quedarse media hora más puliendo un escrito. Es no abandonar el trámite cuando falta un papel. Es hacer hueco en la agenda -ya me conoce, soy fan de encerrarme en el baño a pensar, a leer, a concentrarme- y leer una página más.

Cuando estudiaba creatividad, me obsesionaba entender por qué -más allá de la genialidad o inteligencia de mis compañeros- uno sabía, de entrada, quién iba a llegar más lejos y quién se quedaría en nada. Hoy veo lo mismo en mis alumnos. Ya le aclaro que de pitonisa nunca me ha ido bien. Sin embargo, al analizar los hechos, sí existe un patrón: curro.

No conformarse con tener la idea, hay que bajarla, hacerla tangible, moldearla, estirarla, romperla, reconstruirla, dejarla macerar y seguirla puliendo.

Quienes se regodeaban en un wow efímero y se quedaban con lo primero que venía a la cabeza, no avanzaban.

Así que no vale de nada decir que uno conoce a tal o cual, si no hace nada con el contacto. Es solo materia prima. Solo la harina del bizcocho.