Prolijidad versus caos

¿No tiene la sensación de que, a veces, sería más fácil mudarse o cambiar de vida e identidad en vez de tratar de emprolijar lo que tiene?

Hace poco alguien me aconsejaba que dejara “para luego” tareas como limpiar la cocina, que no tenía que obsesionarme tenerla perfecta.

Déjeme aclararle que no es que sea la reina del orden y la limpieza, pero tengo la necesidad de sentir que la cocina está despejada.

En Argentina usamos el concepto “prolijo / desprolijo” aunque la RAE no lo recoge. No se trata del orden absoluto, impoluto y virginal. Más bien de cierta pulcritud no obsesiva que denota organización, equilibrio, cuidado. Un cuaderno prolijo no tiene manchas ni tachones. No por eso está escrito con caligrafía perfecta. Estar desprolijo es estar casi bien, aunque con una arruga en la camisa o el pelo desaliñado. Lo prolijo es armonía, por decirlo de alguna manera. Da una sensación de serenidad, de estar al mando de la situación.

Como soy mi propia cobaya, durante unas semanas dejé “para luego” cosas mínimas, como un vaso fuera de lugar. El resultado fue que cada vez que entraba a la cocina, me causaba rechazo. Me recordó la teoría de las ventanas de Philip Zimbardo. Ese vaso tuvo un efecto llamada al desorden que se propagó a toda la casa. Y más. La agenda comenzó a llenarse de reuniones, de proyectos que se activaban... de tareas nuevas. De pronto, esa hecatombe externa estaba instalada en mi cabeza. ¡Socorro!

La tarea se hacía cada vez más titánica. En cada minuto había algo más para hacer. En casa, en mi agenda, en mi mente. En cuestión de días, las alarmas de la agenda no sonaban a tiempo, una sensación de angustia invadía cada segundo de mi universo. Apareció el descontento que desencadenó ira, agresividad -controlada, que no he matado a nadie-.

¿No le pasa que esas situaciones no definidas o charlas que nunca se atrevió a tener se parecen a esa caja de “cosas” que nunca organiza?

Eso que tiene en la cabeza, también lo tiene en el espacio que habita. Puede ser el coche, el escritorio... el salón de su casa o la nevera. No importa. Como siempre le digo a mi hija: si quieres saber cómo me fue en el día, fíjate cómo está mi escritorio.

Recomendaciones para un caos prolijo

Si una acción puede realizarse en menos de cinco minutos, hágala ya.

Tómese 20 minutos para meterse de lleno en aquello que debe hacer y no le apetece nada. Empiece por lo que le hace cortocircuito mental. Y recompénsese por haberlo finiquitado.

De todo lo que tiene para hacer, realmente solo llevará a cabo tres cosas. Imprevistos, fuegos y la vida se encargarán de que solo sean tres. A todos nos pasa. Respire.

Si la limpieza, el desorden o el caos de la vida se le va de las manos, pida ayuda.