Génesis, 2-17

Nos cuenta el relato bíblico que Dios entregó el Edén a Adán y Eva para que gozaran de él. Eso sí, señaló un manzano y les prohibió expresamente tocar el fruto de este. El resto de la narración es sobradamente conocido hasta para un agnóstico como yo, y de ahí devienen todas nuestras tribulaciones, según la Iglesia.

No atisbo a hallar quién es la serpiente, en el caso que va a seguir, pero lo que sí tengo claro es que las aseguradoras españolas que se dedican al seguro de personas han decidido asumir el rol de Eva. Y los mediadores, junto con los clientes, vamos camino de ser succionados por el vórtice consecuencial de echar la prohibición por la borda; cual Adán. En la Biblia no hay supervisor y aquí, tampoco.

Entro en harina: el jueves 4 de febrero, el Colegio Profesional de Mediadores de Seguros de Alicante, junto con la Asociación de Usuarios de Servicios Financieros (Asufin) y Pulso Legal, pusieron a disposición de los mediadores un webinario sobre el tratamiento de la discriminación en el seguro de personas. Gonzalo Iturmendi, Arcadio García Montoro, Emilio Fiances, Patricia Suárez, Florentino Pastor y un servidor integraban el panel.

¿La manzana? ¿El fruto prohibido por la Ley (en este caso de los hombres)? Pues muy sencillo: en España es prácticamente imposible asegurar el riesgo de fallecimiento, de incapacidad, de decesos, de dependencia, de salud o de enfermedad de una persona discapacitada o de quien sufre VIH o cualquier enfermedad crónica o una de las que consideramos graves, ya superada. Y eso, estimado lector, está prohibido. Así como se lo digo: las disposiciones adicionales 4ª y 5ª de la Ley de Contrato de Seguro (que es imperativa) prohíben a las compañías de seguros rechazar la contratación de un seguro a una persona por razón de discapacidad o enfermedad. Pero ahí no acaba la cosa, pues también le prohíben cobrarle más que a una persona “sana”. No obstante, Eva, esto es, la aseguradora de turno, ha decidido pasar la Ley bajo el Arco del Triunfo. ¿Es eso tolerable? A mi entender, hay que seguir el consejo de Burke quien sentenció que: “Hay un límite donde la tolerancia deja de ser virtud”, y ello exige pasar a la acción.

Las organizaciones de consumidores, como Asufin, ya han recibido desde sus capítulos europeos el aviso de que en el Reino de España no se aplica la Ley, se discrimina y se excluye. Van a pasar a la acción, como requiere su misión.

Esta jornada ha dejado claro que no solo se trata de vulnerar leyes de seguros, de Derechos Humanos, Directivas CE o el artículo 14ª de nuestra venerable Constitución. También debe ser observado y manifestado en los informes de Auditoría pues la información no financiera es requerida a las sociedades de seguros en las que sus Consejos de Administración pueden ver cómo esa política, por acción u omisión, acaba por manifestarse en reclamaciones contra su alta dirección. Hoy día las vías para hacerlo son accesibles: desde el buzón de denuncias derivado de las obligaciones de cumplimiento, pasando por la reclamación de accionistas minoritarios o el impacto reputacional derivado de una acción por parte de consumidores hartos de ser conducidos a un gueto de marginación. No en vano la discriminación en el seguro de personas no se para en el hecho de negar la cobertura de las personas afectadas en el ámbito de seguro deseado sino que, muchas veces, también tiene como efecto colateral la denegación del acceso al crédito, al derecho constitucional a una vivienda o desemboca en la contratación mediante declaraciones falsas y el pago de pólizas ineficaces para burlar tal marginación creada ilegalmente por un sector cuya única razón de ser debiera ser aportar la red salvadora a los acróbatas de la vida, todos nosotros, sin distinción ni discriminación.

Es hora de reinventarse y proteger la reputación. Para ello este negocio tiene la clave en sus raíces y se llama “mutualización” del riesgo.

No me preocupa la industria del seguro, me preocupan 3,6 millones de personas discriminadas. Hemos sorteado en el pasado la prohibición de discriminar por sexo. Asimismo, el Consorcio es un ejemplo de mutualización eficiente y solidaria que apenas tiene impacto en el bolsillo. Cubrirá los daños por embate de mar en el Paseo de Gijón gracias a que también cubre ese riesgo (y se lo cobra) a quien reside en Cuenca. Granadinos y lorquinos gozan de cobertura de terremotos gracias a que todos los españoles pagamos la misma prima. Sin mutualización ocurriría como en EEUU, donde una cobertura de tornados puede costar 3.000 euros, convirtiendo el seguro en solo apto para ricos.

Se avecinan tiempos interesantes donde podemos tener una Inteligencia Artificial desbocada, tóxica, o todo lo contrario, aplicada al servicio del usuario y ello pasa por ejercer un control efectivo desde la Sociedad Civil junto con los profesionales independientes que tenemos el reto y el deber de asesorar con honestidad y eficiencia en el tratamiento de riesgos. Tras lo dicho, ya tenemos por dónde empezar.