Un grito mudo llamado depresión
Entre la fe máxima en que algo nos salvará y la desesperación de que eso no suceda. Entre la envidia y el desasosiego de ver cómo los demás parecen no darse cuenta. Aunque todos aseguremos tener la solución a los problemas ajenos. Pero claro, dentro del pozo, la vida se ve diferente.
Es como un velo que lentamente nos va encegueciendo. Lo tildan de tristeza, shock, “inventos”, vagancia o pereza. Se vive como un peso en el pecho, un túnel oscuro, un “no sé qué” que tira para atrás. Espesa el ambiente y el aire. La cama se hace más cómoda, más cautivante y, cual maléfica criatura, se convierte en salvavidas y cárcel.
Al principio uno no distingue si es un “mal momento” o qué. Pero las semanas pasan y esta negrura vital se hace imposible de ignorar. Prepararse un café parece una tarea titánica. Dormir, también. ¿Insomnio? Siempre, pero a ratos.
Del “ya se le pasará” al “no hay quién te aguante”. Los que más lo entienden comienzan con su cantaleta de “sal de tu zona de confort”, como si de eso se tratara. A veces ni hacen mella, otras arrastran más profundo. Y así la soledad hace compañía. Como método de defensa o coraza aislante ante el negacionismo de los demás.
Los meses pasan y esa angustia se convierte en costumbre. Y la vida no avanza. Un constante “pierde el turno” que arrastra a la casilla anterior.
Se viste de agresividad, de ansiedad, de descontrol alimenticio o etílico. Habla por uno y lastima y, entonces, se hace más fuerte por dentro. Y va carcomiendo el almita, la conciencia. Pura autovergüenza y culpa por todo. Lo propio y lo ajeno. Y, un día, agotado de este peso vital, renuncia a salir de esto. Que ha pasado tanto tiempo sumergido en el lodo que ya no se concibe la vida sin él. Agobia que los demás vivan porque parece imposible.
Constantemente, los otros vomitan soluciones marca blanca a los problemas de uno. Pero claro, dentro del pozo, la vida se ve diferente. Es más, no se ve del todo.
Esa distancia emocional se convierte en física. Y ahoga. Y la espiral descendiente se vuelve el único movimiento de su vida.
La desesperación del resto se traduce en “no tienes motivos para estar así”, “no te das cuenta de todo lo que tienes”, “eres egoísta”, “disfrutas haciéndome mal”.
una experiencia distinta
Y por dentro uno se derrumba. Y más. Que cada persona vive la depresión de manera distinta. Es una sombra muda que nace y ahoga. Que mata directa o indirectamente.
Y si cree que la siente o si tiene dudas de si un familiar o amigo la padezca, acuda a su servicio médico. La ANAED (Asociación Nacional de Ayuda al Enfermo de Depresión), Telefonodelaesperanza.org o las diferentes sedes de la Federación Salud Mental, también lo pueden ayudar.
Que por fuera es muda, pero por dentro la depresión grita y ensordece. Aísla y carcome. Por eso, si le duele la vida, no lo dude, pida ayuda.