‘Locus de control’: por qué priorizar tranquiliza a nuestro cerebro

El mundo cambiante ha provocado que la priorización esté sujeta a numerosos imprevistos que hacen que nuestra planificación de la semana cambie cada día. Para nuestro cerebro es vital y prioritario tener esa sensación “imaginaria” de control. ‘Locus de control’ que le llaman.

Sí, más de 20 años impartiendo cursos de formación y lo increíble de esta profesión es que se cumple a la perfección la famosa frase asignada al filósofo Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Sucede justo cuando en los cursos trabajamos el concepto “saber priorizar”.

Existe una amplia gama de variabilidad, desde las personas que planifican y pueden priorizar meses, hasta las que solo semanas, o quienes sólo en el día a día pueden ir haciendo esta labor, incluso cada vez más las que en horas necesitan ir cambiando prioridades que le vienen impuestas del exterior. Depende de la empresa, el puesto que se ocupe, el equipo de trabajo y la relevancia de las acciones a realizar justo en este momento histórico tan cambiante como lleno de incertidumbre, por si fueran pocos ya los ingredientes a tener en cuenta para este festival que el reloj nos marca cada día.

¿Para qué necesitamos priorizar entonces?

Desde este despacho os puedo decir que el hecho de priorizar y saber qué acciones tengo que realizar en una jornada laboral, de alguna forma, “tranquiliza” a mi cerebro que siente esa sensación de control que para algunas personas es positiva y para otras vital. Quien quiera profundizar, le recomiendo el término locus de control -referido a la creencia de sensación de control que las personas tienen de los acontecimientos que ocurren, desde los más rutinarios hasta los más peligrosos-.

Por ejemplo, si en un equipo hay personas que tienen esta imperiosa necesidad, es importante atenderla y marcar muy bien lo prioritario para evitar que su cerebro se colapse innecesariamente. Además de también prevenirles para que aprendan a conjugar esa tarea importante que estén haciendo con otra nueva tarea que entra en juego en ese momento. Me explico: a veces tendré que compaginar mi tarea importante a realizar en el ordenador, con la llamada de un cliente que necesita ser atendido. La persona puede percibir que se produce una interrupción, pero ojo, son normales e inherentes al puesto. No pueden interpretarse como “ladrones del tiempo” si mi puesto es atención al cliente. Un cliente no será un ladrón del tiempo..., si no algo está fallando en la definición del puesto.

Nuestro puesto cuenta con esa función. Eso lo sabemos, sí pero ¿respondemos siempre con sonrisa telefónica? ¿Escuchamos al cliente para que se sienta atendido? A veces no damos prioridad a esos detalles dentro de la tarea. Realmente mi malestar por la interrupción lo transmito mediante mi voz a sus oídos. Se produce una barrera inicial para la comunicación: mi disposición. A veces solo tomar conciencia ha evitado este tipo de quejas de un cliente. Te animamos a priorizar estos detalles que cambian el proceso comunicativo.