Glaucoma, el ladrón silencioso de la vista

La prevención es la clave para detectar a tiempo una dolencia que afecta a 60 millones de personas en todo el mundo y se ha constituido como la segunda causa de ceguera.

El glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo (60 millones de personas lo padecen), solo superada por las cataratas. Lo dice la Organización Mundial de la Salud en un reciente informe emitido con motivo del Día Mundial de la Vista. Se trata de una afección ocular silenciosa y asintomática que hace muy difícil su detección temprana. Tanto que casi la mitad de la población afectada por glaucoma lo desconoce. Este es uno de los grandes problemas, pues si no se trata a tiempo puede provocar ceguera o una baja visión irreversible. Cuando el nervio óptico ya está dañado, no hay remedio.

Todo comienza con una presión anormal (hipertensión) en el interior del ojo que afecta a la circulación sanguínea del nervio óptico. Inicialmente, la pérdida de visión se produce en la periferia y puede avanzar hasta convertirse en una deficiencia visual grave -esto se conoce como glaucoma de ángulo abierto, el tipo más común-.

Normalmente, las personas que padecen glaucoma en un ojo compensan con el otro la falta de visión, aunque acaba por afectar a ambos ojos. Por ello se le conoce como “el ladrón silencioso de la visión” y los expertos insisten en la necesidad de acudir a revisiones periódicas. Basta con medir la tensión ocular para que el oftalmólogo diagnostique la dolencia y establezca el tratamiento adecuado para disminuir la presión intraocular.

No obstante la ausencia de síntomas, sí existen indicadores que pueden alertar sobre un posible glaucoma, sobre todo a medida que avanza la enfermedad, tales como los defectos del campo visual o la dificultad para adaptarse a los cambios bruscos de luminosidad.

Son factores de riesgo la edad -las personas mayores de 60 años-, la genética, miopías o hipermetropías elevadas y la raza: las poblaciones negras y latinoamericanas son más propensas a padecer glaucoma. Aunque también pueden desencadenarlo factores externos como enfermedades de la vista, uso de corticoides, traumatismos o cirugías de córnea o retina.

Como sucede ante cualquier enfermedad, la prevención es el mejor tratamiento. Entre las recomendaciones de los glaucomatólogos -aparte de las revisiones periódicas del nervio óptico- destacan la práctica habitual de ejercicio físico y el uso de gafas de sol para evitar el exceso de radiación ultravioleta.

Los tratamientos habituales se dirigen a frenar la enfermedad -actualmente, pese a los avances médicos y tecnológicos, no es posible regenerar el nervio óptico- y conservar la visión. El único método efectivo consiste en reducir la presión ocular mediante colirios hipotensores de aplicación diaria o terapias con láser SLT. Recientemente se están realizando cirugías mínimamente invasivas como los implantes de drenaje.

El pasado 12 de marzo se celebró el Día Mundial del Glaucoma. Durante toda la semana los centros de salud promovieron la realización de exámenes específicos gratuitos para la detección precoz de la enfermedad.