Cómo me convertí en ‘mompreneur’ haciendo de las excusas mi razón para seguir adelante

Las excusas son como todo, cada uno tiene la suya. Como mujer hispana en Estados Unidos, y como madre, se me ocurren muchas. Tengo un niño de dos años y un bebé de cinco meses al cual alimento con leche materna -las que lo han hecho saben lo difícil que es-. Además, tengo mi oficina en mi casa, donde mis hijos pasan el día ya que me niego a llevarlos a una guardería en la situación actual. Aunque soy española y con ciudadanía estadounidense, para los americanos soy “hispana”. Y para rematarlo soy mujer. Y las mujeres hispanas ganamos hasta un 40% menos que los hombres en Estados Unidos, un país que por cierto no da baja de maternidad pagada en muchos Estados, solo reconoce seis semanas de maternidad si trabajas en una empresa -como tiempo en casa sin salario- y no tiene jornada reducida por ser madre.

También soy dueña de mi propia empresa. Realizo eventos presenciales y digitales y llevo cuentas de marketing y relaciones públicas a nivel internacional para empresas y ejecutivos. Además, formo parte de la junta directiva de varias organizaciones sin ánimo de lucro, estoy creando una escuela virtual para mujeres empresarias, llevo la dirección creativa de una revista digital, escribo artículos para varias revistas y periódicos, tengo mi propio programa de entrevistas online y tengo una cuenta como influencer en Instagram, en la cual colaboro con marcas y comparto mi vida como madre emprendedora.

La vida como mujer no es fácil, no voy a mentir. Me ha tocado reinventarme y reencontrarme varias veces y, en el proceso, como muchas, he sufrido racismo, acoso, cosificación de mi persona por mi sexo, denigración de mis capacidades profesionales por mi maternidad y mucho más. Encontrar excusas para darme por vencida, para no hacer, para no luchar, haría las cosas más fáciles por el momento, pero llegaría un día en el que me sería muy difícil mirarme en el espejo, reconocerme y sentirme orgullosa.

Sé lo que es caerte, perderlo todo, no saber quién eres por un tiempo y tener que volver a encontrarte y reinventarte. Me ha tocado trabajar en cosas que no eran lo mío ni lo que yo hacía. Que me pregunten si puedo imitar el español mexicano o que me busque una agencia hispana por mi acento. Mudarme a Nueva York y no encajar porque para los americanos era hispana y para los hispanos una europea prepotente. Me ha tocado mentir en mi currículo y poner que tengo menos preparación para lograr trabajos que no quería. He tenido que aguantar chistes sobre cómo las mujeres españolas somos “muy calientes” aquí; y en España ser considerada para proyectos porque era mona y “daba el pego” y no por lo que podía ofrecer intelectualmente. Me he roto, sí, me he deshecho en añicos y me ha costado años recuperar quién soy. También me he negado oportunidades por la falta de seguridad infligida por esas heridas o el rechazo. Pero antes o después me he levantado.

Es mi papel de madre el que me hizo reencontrarme. Tras llegar de un viaje de trabajo al que no quería ir, me recogieron en el aeropuerto para llevarme, ante mi sorpresa, al hospital donde mi hijo había sido ingresado. Fue ese día, mirando a mi hijo lleno de tubos por todos lados, cuando me prometí a mí misma que nadie decidiría cuándo y cómo me iba a separar de él. Dos semanas después, dejé mi trabajo para hacer de la empresa que tenía para proyectos independientes mi principal negocio.

A menudo escucho a madres que dicen querer trabajar, crecer o crear su propia empresa que no pueden con los niños. Ahora con la situación de la pandemia, más mujeres se acogen a esta excusa. Y sí, cuidar de un hijo es un trabajo de por sí, un trabajo duro y desagradecido. Pero no hacer lo que quieres como profesional o contribuir con la economía de tu hogar por tener hijos es una excusa, no una razón real. A menudo, estas excusas no son más que piedras que nos tiramos por miedo al fracaso y a las dificultades.

Podría haber dejado que el acoso y la cosificación sufridos en más de una ocasión me amedrentaran y mi miedo a verme en una situación difícil me llevase a evitar trabajar con hombres. Pero es mi miedo a sufrir una situación así la razón por la cual debo seguir. Podría haberme dado por vencida al sentir rechazo por parte de hispanos y racismo por parte de americanos y, sin embargo, he levantado la bandera de mi hispanidad con orgullo y creado negocio en torno a ella logrando que unos se unan y los otros lo apoyen con admiración. Podría haber seguido con un trabajo que no me llenaba, o haber pedido a mi marido que buscase otro trabajo para yo quedarme en casa, pero en lugar de eso acepté mi talento y decidí dar la cara para buscar una opción que me permitiese cuidar de mi hijo y ser un ejemplo para otras madres que quieren emprender. Ahora, con dos críos, podría decir que no tengo tiempo ni energía por su culpa, pero ellos son la razón por la cual encuentro el tiempo y saco la energía. Tus dificultades y obstáculos, lejos de convertirse en excusa, deben ser la razón y la motivación.

Esto no quiere decir que considere que toda mujer debiera dedicarse a trabajar. Entiendo y admiro el trabajo de aquellas que se dedican enteramente a la maternidad. Pero utilizar esta maternidad como excusa para no realizarte en algo que quieres o para aportar en un hogar que lo necesita, es una injusticia de cara a tus hijos y a tí misma. A ellos porque les trasladas la culpa. Y a tí, porque un día te arrepentirás y no reconocerás la mujer que te mira en tu propio reflejo.

Convertirme en mompreneur, madre emprendedora o empresaria no fue fácil ni lo es. Hoy mas que nunca, lucho por encontrar un equilibrio. Cuando a las doce de la noche me miro en el espejo con mis ojeras, las babas del bebé encima, el teléfono con un correo electrónico abierto en la mano y el silencio interrumpido por los ronquidos de mi familia de fondo, veo los ojos de esa que se paseaba por Madrid queriendo comerse el mundo y siento que no me he perdido y que, a pesar de todo, mañana podré comérmelo.