El Prado abre sus puertas a sus polémicas e incómodas invitadas

El Museo del Prado retoma su actividad expositiva con una muestra excepcional: ‘Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España’

Solo el título, Invitadas, de la casi recién estrenada exposición del Prado supone toda una declaración de intenciones: la de subrayar, a través del arte, el modo en el que desde el poder se sometía a la mujer al servicio de la figura masculina y se constreñía su rol en la sociedad al ámbito doméstico. Como meras invitadas acudían las mujeres a los certámenes artísticos, las Exposiciones Nacionales y las Academias de Bellas Artes: sujetas al mismo discurso paternalista y el molde patriarcal promovido desde el Estado. Y como tales se supone que debían comportarse cuando se encontraban fuera de su reducido espacio, invitadas por los hombres a participar en un sistema no diseñado para ellas.

Este es el foco de la exposición, sobre el que Carlos G. Navarro -técnico de Conservación de Pintura del Siglo XIX del museo y comisario de la misma- incide de manera constante. Se trata de una muestra audaz que cuestiona los cánones, la herencia ideológica recibida por el museo a cuya difusión contribuyó. “El recorrido propone una revisión crítica sobre la consideración de la mujer en mundo del arte -en concreto en el sistema artístico español- y la sociedad del siglo XIX”, explica. Un total de 133 obras de arte -la mayoría pertenecientes a los fondos propios del Prado- agrupadas en 17 secciones dan buena cuenta de ese estatus que el sistema impuso a la mujer durante la etapa decimonónica.

Y es ese trato injusto y despectivo hacia la figura femenina el que, como una especie de catarsis y autocrítica, el Prado desea resaltar. Tal vez por ello, la muestra incomoda al espectador en determinados momentos, no sólo por la crudeza con la que algunos artistas pintan la misoginia y la desigualdad
-resultan espeluznantes La bestia humana o El sátiro, ambos de Antonio Fillol-; también por la exhibición de desnudos femeninos casi infantiles, de escenas de esclavitud o de humillación de las modelos que posaban desnudas de forma obligada.

Por otro lado, y pese la polémica levantada por ciertas asociaciones con perspectiva de género que no consideran suficiente la representación de mujeres artistas, la exposición recupera la figura de pintoras como María Luisa de la Riva, Francisca Stuart, Adriana Rostán, Rosario Weiss, Lluïsa Vidal, Brockmann o María Roësset; la escultura de Adela Ginés y Helena Sorolla. En el ámbito de la fotografía, otorga el protagonismo a la obra de Jane Clifford, la encargada de fotografiar el Tesoro del Delfín que también custodia el Museo. Se han tenido muy en cuenta, tanto en la estructura expositiva como en la redacción del catálogo, los extraordinarios estudios de género de Estrella de Diego y Carlos Reyero.