Absortos en la ‘Zoomcracia’

¿Otra videoconferencia? Nooo, grita el cerebro con la poca fuerza que le queda, agotado de tanta vida a lo Brady Bunch. La pantalla nos chupa la energía, abduce y nos deja agotados.

Zoom, Zoom, Zoom, para comer, compartir, y celebrar. Para trabajar y preguntar. Zoom, Zoom, Zoom, para ver y ser visto. Y de tanto Zoom, Zoom, Zoom, el cerebro entra en una especie de encefalograma plano. Un colapso por sobredosis de información que lo deja con esa sensación tan brutal de agotamiento. ¿Por qué?

El hecho y su contexto

¿Recuerda el miedo atroz de hablar en público siendo el foco de atención? Ahora los tiene a todos a un “te veo la arruga” de distancia. Intimida. Para más INRI -que esto de los escenarios catastróficos se me da maravilla-, esa persona que le cae mal, de repente, entra en su casa, ¡su refugio personal!

Además de observado y criticando, las “autovoces” más ponzoñosas le marcan cuándo se ha pasado con tal gesto o palabra. Se llama “autoconciencia” y puede ser dura. ¿Mantener las apariencias? ¡Esa es otra! Que no se note que esto no es un palacio.

Y si el teletrabajo no es lo suyo, es raro no tener ese impasse entre trabajo y casa, para cambiar de escenario mental y físico. Además, se suma el cortocircuito de “soy superestricto en el trabajo, pero en casa ser el más molón”. ¿Debo ser el guay o el superserio? ¡Mis hijos me observan! Pura teoría de la autocomplejidad: asumimos diferentes roles en los distintos espacios de nuestra vida.

También está tratando de identificar qué es lo que su miniaudiencia está pensando de lo que dice y qué está observando. Es más ¿con quién estará hablando aquel del vértice superior izquierdo de la pantalla? ¿Por qué habrá apagado la cámara este otro?

Además, para demostrar que está prestando atención, clava la vista en la pantalla mientras el mundo se cae. No importa. Usted, estoico.

Algunos medios empiezan a identificar esto como “fatiga de Zoom”. Y es que nuestro cerebro está constantemente descodificando qué sucede a nuestro alrededor, captando señales para estar atento ante el peligro. Es innato e inconsciente. Durante millones de años, esta función nos ha mantenido vivos.

Ahora, no tiene un auditorio o una sala de reuniones para descodificar. Tiene los múltiples espacios para escrutar. Y prestar atención, mucha atención, consume energía. Una adicional. Y cuando sucede, necesita reposo. ¿Lo tiene? No, que le entra otra videoconferencia.

En esta Zoomcracia, pareciera que lo revolucionario y rebelde (pero efectivo) es llamar por teléfono.

En vez de estar entre avatares, salga a caminar mientras charla. Puede ser una manera de despejarse, de hacer volar las ideas, de mirar al horizonte con perspectiva. Y que, nadie lo está diciendo, pero sus ojos están un poquito peor con tanta pantalla.

Levántese de la silla. Dele a su cabeza espacio para procesar lo que acaba de escuchar o discutir. ¿Que no puede? Enciérrese en el baño. Respire. Descanse. Y, si le duele la vida, acuda a un profesional.