La nube en casa gracias a los servidores NAS

Hace tiempo que la nube dejó de ser un término exclusivamente vinculado al clima y los servicios meteorológicos, para convertirse en un elemento tecnológico de uso común.

Todo comenzó cuando los principales proveedores de servicios de internet a gran escala -Google, Apple, Amazon, Microsoft- decidieron construir sus propias infraestructuras con el fin de ofrecer a sus usuarios servicios integrales de almacenamiento y administración de datos en remoto y ejecución de aplicaciones disponible siempre y en cualquier lugar.

Hoy todos tenemos claro que los servidores en la nube no son entidades físicas, sino una inmensa red cuyos servidores esparcidos por el mundo se interconectan, funcionando como un ecosistema único.

Plataformas públicas como Google Drive, OneDrive, iCloud, Dropbox, Azzure ofrecen estos servicios de manera gratuita (con limitaciones de espacio) o híbrida para garantizar el mantenimiento de los archivos, evitando su pérdida.

A nivel empresarial, el almacenamiento y la gestión en la nube permite a las grandes entidades un tratamiento de sus datos mucho más productivo, además de un ahorro considerable en espacio físico, en hardware y software, en costes laborales de informática y en consumo energético de equipos.

La iniciativa privada no se queda atrás. Numerosos fabricantes han considerado oportuno proporcionar al particular la opción de crear su propia nube mediante los servidores NAS.

Un servidor NAS (Network Attached Storage) conectado en red permite guardar archivos, documentos, fotos, vídeos... para acceder a ellos desde nuestros equipos, como si de un servicio comercial de almacenamiento en internet se tratara. De hecho, es un servicio de almacenamiento personal, sin medidas de control ajeno ni cambios inesperados de las condiciones del mismo.

¿Por qué crear una nube propia?

La diferencia con las nubes que conocemos es que, en este caso, mantenemos nuestros datos en casa, lo que puede ser una garantía adicional de la privacidad y de control sobre nuestros datos personales. Además, el mercado tecnológico presenta diferentes tipos de NAS que, aparte de almacenar archivos y copias de seguridad, permiten crear servidores web, VPN e incluso servicios de streaming a medida. Cada marca tiene su propio sistema operativo, por ello es importante, a la hora de adquirirlos, tener en cuenta los conocimientos tecnológicos personales, no vaya a ser que el artilugio nos resulte imposible de entender y manejar.

Archivos a buen recaudo

Vamos a comenzar por lo fácil. La función principal de un dispositivo NAS es mantener a buen recaudo archivos y copias de seguridad procedentes de un ordenador personal o de cualquier teléfono móvil. Como si fuera un disco duro externo, aunque con importantes diferencias. Para ello sólo es necesario usar las diferentes aplicaciones que ofrecen los fabricantes. Y es que, en realidad, se trata de un ordenador con su sistema operativo -RAM, procesador, circuitos- adaptado para funcionar sin descanso 24 horas al día los siete días de la semana y al que se puede acceder desde varios dispositivos.

Los NAS domésticos suelen ser intuitivos y sencillos, aunque las marcas ponen también a disposición del usuario aplicaciones que añaden funcionalidades personalizadas. La mayoría se conectan directamente al router y se entra desde el navegador del ordenador. También es posible instalar aplicaciones con las que configurar los archivos y acceder a estos a través de internet. Por supuesto, permite configurar diferentes cuentas de usuario, sin límite, salvo el del almacenamiento total disponible. Los orientados a la empresa suelen tener más posibilidades de conexión -más ranuras para discos duros- y de configuración.

En cualquier caso, la mayoría de los fabricantes facilitan las funciones básicas: unidad de almacenamiento, nube personal, descargas P2P, centro multimedia, servidor web PHP o SQL, servidor FTP. Algunos ofrecen la opción de montar una red privada virtual (VPN) sin demasiadas complicaciones.

Si decide hacerse con un NAS, los expertos aconsejan no perder de vista los siguientes elementos: la potencia del procesador y la memoria RAM (entre 1 y 2 GB es suficiente), fundamentales para rendir con eficacia y velocidad. Además, el número de bahías (ranuras) disponibles para discos duros y si incluyen o no sus propios discos internos (generalmente, no). La mayoría de los NAS domésticos disponen de una o dos bahías, aunque los hay más avanzados que ofrecen mayor espacio de almacenamiento (hasta 32 TB).

Existen discos duros especiales para NAS, como los Seagate Ironwolf o los WD Red. El sistema operativo, la interfaz y las aplicaciones disponibles.

Algunas marcas se decantan por la versatilidad, otras por la sencillez. La elección es claramente personal e influye en gran medida el uso que cada cual vaya a hacer del mismo. Y no se olvide de la conectividad: Wi-Fi, cable Ethernet, todo lo que b¡necesite poara crear su propia nube personal.