Andrea Köhler: un ensayo para la espera

Soportar el inexorable paso del tiempo mientras se espera puede agotar a cualquiera. Pero la espera puede convertirse también en un destino en sí misma, en el goce de la soledad, en la introspección y el descubrimiento. De la espera, precisamente, trata el ensayo de Andrea Köhler que le proponemos

Llevamos muchos días encerrados, mirando pasar el tiempo tras el cristal como una especie de holograma. Hemos visto cielos radiantes teñidos de azul; hemos intentado atrapar nubes como de algodón mientras descubríamos en ellas las formas que flotaban sobre un trozo de infancia olvidada. Hemos amanecido con nevadas intempestivas en plena primavera, cayendo sobre los primeros capullos de nuestros geranios balconeros y se han desmoronado ante nuestros ojos tardes de lluvia como puñales. Hemos desesperado de esperar o no hemos desesperado en absoluto. Incluso es posible que en algún momento, al igual que Andrea Köhler, hayamos intuido la belleza de la espera.

Köhler nació en Bad Pyrmont, Alemania, en 1957. Es periodista, además de escritora y ejerce actualmente como corresponsal de cultura del periódico suizo Neue Zürcher Zeitung en EEUU. Autora de varios libros, recibió en 2003 el Premio Berlín de Crítica Literaria. En España únicamente se ha publicado El tiempo regalado, un ensayo al arte de esperar.

El tiempo regalado no es un libro de reciente aparición, sí un regalo maravilloso para leer en estos tiempos de encierro, incertidumbre y espera indefinida. Publicado en 2018 por Libros del Asteroide, el ensayo de Köhler nos recuerda que esperar no implica desesperar. Bien al contrario, puede convertirse en un instante mágico, personal e íntimo que, lejos de depararnos insatisfacción, puede llenarnos de certezas y devolvernos la confianza. También nos traslada a la niñez, nos obliga a repensar como entonces, cuando la espera no era una tortura. “Los niños”, escribe evocando a Wilhelm Genazino, “son los que mejor esperan porque aún no recelan -de la espera-, porque todavía no la ven como algo culturalmente falto de valor”.

En su análisis de las arritmias del tiempo no faltan pensadores como Séneca, Roland Barthes, Peter Handke o Michel Foucault. Nos recuerda cómo “Martin Heidegger convirtió la espera en una estación de tren en punto de partida sobre el anhelo de ahuyentar el aburrimiento acelerando el tiempo”. O escritores como Kafka, Heinrich von Kleist, Vladimir Nabokov e incluso los juegos infantiles. De Kafka se vale para rememorar la sensación de “tiempo perdido en los laberintos de la burocracia”, cuya alegoría sobre el destino -la espera como un fin en sí mismo- remata Beckett.

Estas evocaciones literarias y filosóficas dotan al librito de un interesante lirismo a la hora de recuperar el placer de la tardanza, de descubrir la suerte de los retrasos, la necesidad no reducir los tiempos de espera, de detenerse y comprender que la vida es un tránsito cosido de momentos chiquitos y ratos ociosos. “Mientras tengamos la espera, nuestra existencia tiene una dirección y un fin”, dice Andrea Köhler. Mientras esperamos el fin de la pandemia, El tiempo regalado es quizá uno de nuestros mejores cómplices.