Sin incentivos nos quedaremos sin antibióticos

Existe una pandemia silenciosa que parece preocupar a pocos y ocupar solo a unos cuantos. Se trata de las resistencias a los antibióticos, es decir, bacterias que causan infecciones y que han aprendido a defenderse de esta arma terapéutica. Es tal el problema que la Organización Mundial de la Salud ya le ha puesto cifras al problema: será la primera causa de muerte en el mundo en el año 2050.

El problema se ha generado en los últimos años por varios motivos. Uno de ellos es el abuso de estos fármacos, tanto para tratar a humanos como a animales. De hecho, a mediados de la década pasada, algunos Gobiernos se percataron del problema y comenzaron a poner en marcha programas de uso racional de estos medicamentos. Pero para varios casos ya es tarde. Ahora, lo que toca es que la industria farmacéutica se ponga manos a la obra para invertir, primero, y desarrollar, después, nuevas formulaciones que puedan contrarrestar a estas superbacterias que, por proceso darwiniano, han generado las resistencias mencionadas.

Uno de los problemas que tiene la investigación de antibióticos es el largo proceso de desarrollo que implica. Según los datos de la patronal internacional de las farmacéuticas, el proceso se alarga, en muchos casos, hasta los 15 años, muy por encima de la media que tienen otros medicamentos, que oscila alrededor de los diez. Si se tiene en cuenta que el periodo de patente es de veinte años, a las compañías solo le quedan 5 años de exclusividad para ingresar los retornos.

A esto se le añade que, de manera general, los antibióticos suelen tener un precio en el mercado bajo en comparación con otros medicamentos de áreas terapéuticas más jugosas, como la oncología o todas aquellas que atañen a enfermedades crónicas. Por ello, muchas compañías han pedido por activa y por pasiva, hasta ahora sin éxito, que se articulen incentivos económicos que hagan atractiva la inversión en los antibióticos.

El 83% de las compañías que se lanzan a investigar nuevos antibióticos, además, son pymes, por lo que su músculo financiero es menor que otras grandes multinacionales. En muchos casos, la mayor esperanza que tienen es dar con la clave terapéutica que llame la atención de una big pharma.

Ante este panorama, y siendo consciente del enorme daño que puede hacer a la salud las bacterias multirresistentes, es de recibo exigir una acción combinada desde instancias europeas que palien el déficit de nuevos antibióticos. No podemos llegar al punto de que enfermedades controladas se descontrolen.