La depresión afecta a una de cada cinco personas en algún momento

La depresión es una condición bastante común, que puede afectar a una de cada cinco personas en algún momento de su vida y que, sobre todo, se ceba en la población femenina, un fenómeno que se aprecia en todos los rangos de edad, según han recordado los expertos.

A pesar de que se trata de una condición relativamente frecuente (se manifiesta en uno de cada cinco individuos en algún momento), la depresión no se conoce bien, indica José Manuel Montes, jefe de sección de psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. Es frecuente que los pacientes pasen por un periodo de “peregrinaje” por los servicios de salud, buscando solución a las manifestaciones de este trastorno, bastante más heterogéneas de lo que se tiende a pensar. El experto se refiere a ellas clasificándolas en tres “dominios o constelaciones”, la emocional, la cognitiva y la física.

La depresión, entre otras cosas, afecta a la morfología del cerebro. Montes ha recordado que esta observación se ha documentado en varios estudios científicos. Al respecto, ha recordado un análisis que firman investigadores de la Universidad de Munich (Alemania), publicado en la revista científica Archives of General Psychiatry. Ese equipo apreció, a partir de imágenes del cerebro obtenidas por resonancia magnética, que en un periodo de tres años, las personas que han sufrido episodios de depresión mayor pierden sustancia gris en diferentes partes del cerebro. Ese trabajo venía a confirmar hallazgos previos en modelos animales. El periodo de seguimiento fue de tres años, y permitió a los especialistas observar que la pérdida de sustancia gris (atrofia) es menos acusada en las personas cuya depresión había remitido en ese tiempo, aunque la comparación fue particularmente clara en el contraste con sujetos libres de la enfermedad.

Pero no es solo una cuestión de volumen. También se sabe que en la depresión las conexiones entre células están afectadas. La herencia genética es otro de los elementos que influye en el riesgo de desarrollar depresión. Asimismo, se han observado desequilibrios entre neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, con el matiz de que “probablemente esa alteración es una señal de un conjunto de anomalías inmensamente más compleja”, ha aclarado. Sobre la conectividad cerebral alterada en la depresión, el experto ha indicado que estamos ante una condición biológica, pero que guarda relación con lo que sucede en el entorno. Cuando se experimentan más acontecimientos positivos y se aprende de ellos, la conectividad va mejorando. Por eso el entrenamiento de las respuestas positivas, que se puede llevar a cabo con el apoyo de los profesionales, tiene efectos terapéuticos.

Por el contrario, es posible que las repuestas negativas a lo que sucede en el entorno se refuercen “o hipertrofien, como los músculos que se trabajan en exceso”, ha advertido.

Alba Babot, especialista en medicina familiar y comunitaria en el área básica de salud de La Garriga (Barcelona), ha explicado cómo los traumas infantiles producen alteraciones en el circuito hormonal que determinan que el riesgo de desarrollar depresión en la vida adulta sea mayor. Esta afirmación se basa, entre otros, en un estudio del departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Emory (Estados Unidos), publicado en la revista científica Psychoneuroendocrinology. En este caso, los autores partían de diversos trabajos anteriores que señalaban el trauma durante la infancia como un “potente” factor de riesgo de desarrollar depresión, sobre todo como respuesta a situaciones de estrés. No todas las depresiones -aclaran los autores- tienen origen en episodios traumáticos de la infancia, lo que sugieren los resultados es que hay subtipos de depresión que tienen unas características biológicas definidas y que podrían necesitar un manejo terapéutico diferente al de otros.

Abordando las terapias de esta enfermedad, Montes ha apuntado que varias compañías están trabajando en el desarrollo de terapias genéticas y que, en general, se van diseñando tratamientos cada vez más específicos “a medida que se va conociendo mejor la base biológica de la depresión”. Ambos expertos se declaran partidarios de ofrecer atención incluyendo en el equipo médico a profesionales de diversas disciplinas, pero la falta de medios es también una realidad que lamentan.

Adrián Neyra, psiquiatra del programa de patología dual y psicosis del Hospital Dr. Negrín de Gran Canaria, ha señalado como particularmente vulnerable a la población de edades comprendidas entre los 20 y los 40 años, aproximadamente además de otro momento clave en torno a los 44, que son los momentos en los que suelen presentarse los trastornos adictivos y la depresión, en un combo que los especialistas llaman “patología dual” (comorbilidad por adicción y alteración de la salud mental). Esos puntos críticos se han descrito a partir de la revisión de 192 estudios epidemiológicos, recopilados por un equipo internacional de investigadores y publicada en la revista Molecular Psychiatry.

Formación de equipos multidisciplinares

Él también respalda la formación de equipos multidisciplinares, coordinados para atender a los pacientes. Como ha explicado, la atención integrada es la mejor opción para obtener beneficios clínicos de acuerdo con la literatura científica, por eso lamenta que en España las cosas se hagan de otro modo, que nada tiene que ver con lo que dice la evidencia.

Es habitual que se trate una de las condiciones en primer lugar (dejando desatendida la otra), o bien que se traten de forma simultánea, pero con equipos de profesionales diferentes y que no tienen la posibilidad de comunicarse entre sí y coordinar un plan terapéutico armonizado.

Para Neyra está claro que las iniciativas hacia el modelo integrado, que ahora son escasas -existen algunas en Navarra, el País Vasco y Cataluña- deberían extenderse y prestar atención a las franjas de edad más vulnerables, además de a la población femenina, “que sale peor parada en términos de afectación de la salud mental prácticamente en todos los estudios” y a los adolescentes.

El consumo de sustancias en la adolescencia -ha advertido- es especialmente dañino porque durante esa época se produce la llamada “poda neuronal”, una fase del desarrollo cerebral en la que se consolidan ciertas conexiones y se abandonan otras. Cuando un joven de esta edad consume sustancias psicoactivas se producen conexiones “aberrantes” o disfuncionales, con consecuencias en otras etapas de la vida, ha advertido.