La teoría de los vasos comunicantes debe imperar en el sector farmacéutico

Si tenemos dos recipientes donde uno tiene mayor volumen de líquido o a igualdad de volumen uno tiene mayor grado de concentración, al ponerlos en contacto y comunicarlos se generará un flujo hacia el de menos nivel o concentración hasta igualar niveles”. Así reza la Ley de los vasos comunicantes y, aunque en un principio cueste ver la relación con el sector farmacéutico, en realidad debería ser una máxima para poder alcanzar la cuadratura del círculo entre sostenibilidad y acceso a la innovación.

Uno de los problemas de los sistemas sanitarios de amplia cobertura pública, como es el caso de España, es mantener las cuentas a raya y poder brindar nuevas terapias al mismo tiempo. Estas últimas llegan al mercado con precios más altos que lo que existe en el mercado, pero brindan mejoras, en términos de salud y también en muchos casos económicas. El problema es que lo hacen en el medio y largo plazo y la política suele tener la vista puesta en el corto. Es decir, hay dos vasos, uno presupuestario y otro innovador, que necesitan entenderse y que pocas veces lo hacen.

Si se consigue drenar la presión que sufre el vaso presupuestario, el líquido sobrante podría pasar al vaso innovador. ¿Cómo hacer esto? Pues hay dos herramientas magníficas para ello: los genéricos y los biosimilares. Los primeros suelen llegar al mercado con un 60% de descuento frente a la marca de referencia. Los segundos, alrededor de un 40% más baratos. Además, estos últimos se asocian a los medicamentos que son realmente caros, como los oncológicos y algunas enfermedades raras. Mejorar su acceso permitiría reducir el líquido del vaso presupuestario y se podría hacer un esfuerzo para dar entrada a los nuevos medicamentos.

Pero, como en todo, la prudencia también debe imperar. No toda la innovación es disruptiva, por lo que hay que medir bien para poder priorizar en qué gastar lo que se consiga ahorrar. También se debe tener en cuenta que los ahorros tampoco se pueden maximizar. Una reducción excesiva del precio llevará a la falta de rentabilidad y esto, en un sector como el de la salud, es muy peligroso. Para muestra, un botón. Ahora se están viendo mayores casos de desabastecimientos y el caso más paradigmático es el de la amoxicilina infantil. No se puede pretender tener fabricación dentro de la UE, en un contexto inflacionario, con precios para fármacos producidos en el sudeste asiático.

La reforma de la Ley de Garantías, además de una promesa, se está convirtiendo en una situación urgente. El Ministerio no debería demorarse más en presentar un borrador que aclare el marco de trabajo para los próximos años.