Los retrasos cuestan vidas y gastan más dinero

Hasta la fecha se ha hablado mucho de los retrasos que acumula España frente a otros Estados miembro en la aprobación de nuevos medicamentos. El problema nacional es, básicamente, de presupuesto, de ahí que las mejoras que se barajan en el seno del Ministerio de Sanidad para acelerar el proceso sean exigir evaluaciones de impacto económico a los comercializadores. Sin embargo, España no es la única mala de esta película, es posible que ni siquiera sea la peor, porque al menos esgrime la razón de que no puede pagar todo lo que sale al mercado.

Si se eleva la vista por encima del panorama nacional, se puede observar que el drama de la aprobación de medicamentos es aún peor. El regulador continental, la Agencia Europea del Medicamento, tarda de media un año y medio más que su homóloga estadounidense, la FDA, en dar acceso a una nueva terapia. Y decimos que es aún peor porque la decisión de la EMA no implica que se pueda comercializar el medicamento inmediatamente (con la excepción de Alemania), si no que solo habilita a las farmacéuticas a poder ir de país en país solicitando la financiación de su innovación.

Las críticas al procedimiento de la EMA son lentitud, rigidez y poca transparencia. Es decir, un exceso de burocracia y, es posible, que intereses en la toma de alguna de sus decisiones. Y lo peor es que parece que pueden tener solución, pero no se aplica. Durante la pandemia contra el Covid, el organismo puso en marcha un procedimiento de análisis de datos clínicos en tiempo real, es decir, analizaba las bondades o problemas de un nuevo medicamento a medida que se conocían los nuevos datos. Esto permitió un hito en la historia de la medicina: obtener vacunas en un periodo de tiempo incluso inferior a un año.

Sin embargo, parece que el esfuerzo durante la pandemia se diluye tras ésta. Este tipo de análisis no se han extrapolado a otro tipo de medicamentos que no tengan que ver con el Covid. La pregunta es, ¿si se ha conseguido un atajo para la innovación realmente disruptiva, por qué no se sigue aplicando? La respuesta lógica no se nos ocurre.

Pero es que además, la lentitud de la EMA también impide a los estados miembro racionalizar su gasto público. La diferencia de fármacos genéricos aprobados respecto a la FDA es de más de 3.000 en los últimos años. Hay que recordar que en España, la llegada de un medicamento genérico puede reducir el precio de su competidor entre un máximo del 80% y un mínimo del 40%. Urge arreglar los plazos de la Agencia Europea del Medicamento.