Las farmacéuticas piden incentivos a la innovación tras la pandemia

La industria farmacéutica encara la fase posterior a la pandemia con retos que exigen fuertes inversiones en investigación, y pide a las autoridades que dejen de centrarse en la generación de ahorros ajustando precios por volumen y busquen fórmulas que incentiven la innovación en su lugar.

Thomas Cueni, director general de la patronal internacional de la industria farmacéutica (IFPMA, por sus siglas en inglés), cree que “ha llegado el momento de pasar de las palabras a la acción” y dotar al sector de los incentivos que requieren las nuevas necesidades sanitarias tras el paso por lo peor de la pandemia de Covid. En un debate del encuentro Foro para la innovación en las ciencias de la vida, organizado por IQVIA, Cueni ha recordado que la pandemia ya puede considerarse endemia (enfermedad presente habitualmente, sin el viso de crisis que pesa sobre la palabra pandemia) precisamente porque el ecosistema de innovación ha respondido muy bien. “Esto se debe a que no partíamos de cero”, ha aclarado. No obstante, considera que de cara al futuro van a ser necesarios ajustes de envergadura. “En el sector hay una conciencia generalizada de que hay que hacer algo, hay que separar el precio del volumen, y pensar en estímulos antes de idear cómo ahorrar dinero pagando menos, sobre todo en los países ricos, que deberían contribuir en proporción a sus ingresos”, ha dicho Cueni en el encuentro.

El máximo responsable de la patronal farmacéutica respondía así a una pregunta de Murray Aitken, de IQVIA, sobre cómo priorizar áreas terapéuticas en las cuales hay necesidades no cubiertas (en la jerga del sector se suele hacer referencia a este concepto directamente en inglés: unmet needs). Ponía como ejemplo el mercado de nuevos antibióticos, que son necesarios para combatir las resistencias microbianas. Cada vez hay más microorganismos que han aprendido a evitar la acción de estos medicamentos, y es necesario desarrollar otros, con nuevos mecanismos de acción, para contrarrestar esta preocupante tendencia.

“Quedan solamente cuatro o cinco grandes compañías que estén trabajando en este campo, porque si inviertes y tienes éxito –lanzando un antibiótico innovador al mercado– pierdes más dinero que con una inversión fallida que no consiga lanzar un nuevo fármaco”, ha explicado.

La situación es particularmente preocupante porque, a su modo de ver, y como han venido advirtiendo numerosas sociedades científicas e instituciones sanitarias en los últimos años, las resistencias microbianas son una auténtica pandemia silenciosa. “No será como el tsunami del Covid, pero tenemos que seguir trabajando en este campo”, ha dicho Cueni. Según ha compartido con el resto de participantes, los miembros de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) coinciden con esta apreciación y se muestran a favor del establecimiento de incentivos a la innovación.

Asimismo, ha recordado los esfuerzos de la industria por invertir en la investigación de nuevos medicamentos para el alzheimer “a pesar de las dificultades”, en VIH y en Covid, sobre todo en las fases iniciales. También se dedican cuantiosas inversiones a la innovación en oncología, “porque las sociedades que pueden permitírselo esperan que haya avances”, ha añadido.

Bengt Jönsson, catedrático de economía de la Universidad de Estocolmo, que también participó en el encuentro, añadía que otro cambio importante de cara al futuro es contar con datos para optimizar el funcionamiento de los sistemas sanitarios y el empleo de los recursos financieros. “Necesitamos saber qué innovación aporta mayores beneficios, y si llegan a todos los pacientes. Igual que a principios del siglo XX empezó a pedirse que cada medicamento aportara no solamente datos de seguridad, sino de eficacia; ahora tenemos que usar los datos para respaldar las decisiones que se adoptan en el ámbito de la salud”, declaraba.

Jönsson lamentaba que no existan datos “reales” ni siquiera en los sistemas sanitarios públicos y exhortaba a llevar a cabo más estudios sobre coste-efectividad. “No es serio seguir avanzando sin contar con esa información –decía– porque no es posible permitirse ciertos niveles de gasto sin evaluar si es el mejor posible”.

De hecho, considera que no se puede hablar de verdadera transparencia en el ámbito de la industria y en el de los pagadores –los sistemas sanitarios públicos, entre otros– si no se basa la relación en la evidencia sobre el valor de las innovaciones y el mejor modo de incorporarlos a un sistema. En su intervención destacó que “este tipo de conocimiento es un verdadero bien público”. “Este es el mejor momento para desarrollar esta área de conocimiento, que es una gran promesa para el futuro”, sentenciaba. La disponibilidad de datos, que está en un punto álgido, debe aprovecharse con ese propósito.

Uno de los últimos informes publicados por IQVIA se centra precisamente en cómo los avances en la ciencia de datos “están ya transformando el modo en el cual operan las organizaciones del mundo de la salud y las ciencias de la vida”. Las entidades que se mueven en este ámbito pueden acceder a diversas fuentes de datos, “que pueden ayudar a orientar muchas decisiones críticas, tanto desde el punto de vista clínico como desde el financiero”.

Lo que el informe de IQVIA dice es que para dar ese importante paso no solamente se necesitan datos, sino también la tecnología necesaria para su aprovechamiento, equipos humanos dotados de la formación y las capacidades adecuadas a este nuevo marco, fomento de la cultura digital y de la evaluación dentro de las organizaciones, con apoyo y valoración de estas actividades.