El arte de la medicina hipocrática y la IA: un binomio al servicio del paciente

En un mundo en constante cambio y evolución como el nuestro, pocos métodos o doctrinas pueden tener el honor de permanecer vigentes durante más de 2.000 años. Uno de estos excepcionales casos es el método hipocrático, gracias al cual la medicina abandonó la superstición y la magia ejercidas por sacerdotes-médicos en aquella época y se transformó en una ciencia real.

La medicina moderna se basa en los trabajos de Hipócrates y sus discípulos recogidos en los más de sesenta libros que constituyen el cuerpo hipocrático. En su esencia, estos escritos declaran que cualquier enfermedad tiene su origen en causas naturales y, por tanto, la medicina debe basarse en la observación detallada, la razón y la experiencia para establecer un diagnóstico, pronóstico y tratamiento precisos.

Según el método descrito por Hipócrates, no sólo hay que conocer y comprender la enfermedad, sino también a la persona que la padece. De ahí la importancia de entrenar “el sexto sentido médico” y dedicarle tiempo al paciente. Usar nuestra mente y los cinco sentidos para recopilar información a través de la “anamnesis”, un proceso mediante el cual se hacen preguntas específicas al paciente o a sus familiares, y un examen físico completo. Aquí nace el concepto llamado “el arte de la medicina”.

En la actualidad, los médicos siguen utilizando la misma metodología descrita por Hipócrates, pero también tienen acceso a nuevas y valiosas fuentes de información. De hecho, las pruebas de laboratorio, las imágenes, la secuenciación del ADN y los avances tecnológicos (hiperconectividad e internet de las cosas), entre otras herramientas, permiten evaluar nuevas características de la salud de un individuo. Se estima que estas nuevas tecnologías producen anualmente cerca de un zettabit de datos (1 billón de gigas) y generarán más aún en el futuro.

Resulta imposible que los médicos puedan procesar toda esta información y generen conocimiento útil a partir de ella por lo que, en detrimento del tradicional método hipocrático, intentan ultra-especializarse cada vez más en un sector determinado de la medicina. Esa antigua mezcla de conocimiento y sabiduría se está perdiendo. Hoy la técnica prima sobre el “arte”, y lo fáctico sobre lo humano, por lo que es muy difícil saber si tratamos personas o enfermedades.

Gracias al uso de herramientas como la inteligencia artificial (IA), ahora los profesionales tienen la capacidad de procesar grandes cantidades de datos, generando información que permite crear conocimiento nuevo. Sin embargo, la IA genera temor y toda clase de predicciones apocalípticas debido a la creencia común de que las máquinas van a reemplazar a los humanos en muchas tareas.

Por el contrario, en el ámbito de la medicina, la inteligencia artificial debería verse como una herramienta capaz de mejorar el trabajo del médico. El término “inteligencia aumentada” parece más apropiado para describir el verdadero papel de la IA, ya que esta tecnología está diseñada para mejorar la inteligencia humana y no para suplantarla.

En aquellos casos en que las decisiones médicas se puedan definir claramente con un algoritmo, sería lógico pensar que los ordenadores reemplacen a los humanos. Ello no implicaría la desaparición de los médicos, muy por el contrario, éstos tendrían más tiempo para perfeccionarse en “el arte de la medicina”.

Por ejemplo, si los sistemas automáticos son capaces de hacer diagnósticos por imágenes de rutina, los médicos podrían pasar más tiempo interactuando con los pacientes, analizando situaciones más complejas y decidiendo con ellos la conducta a seguir.

Como afirmaba Hipócrates, diferentes pacientes tienen diferentes necesidades y los humanos pueden responder mejor a esas necesidades. El llamado “sentido común” es capaz de identificar y responder a situaciones anómalas en las que las reglas que normalmente caracterizan un fenómeno determinado no se cumplen.

Por ejemplo, un médico experimentado sabe que los pacientes tienen una percepción subjetiva muy diferente sobre la gravedad de sus síntomas y sobre el dolor; por el momento, esta diferencia es imposible de establecer para un ordenador.

La automatización será una amenaza para aquellos médicos que sólo se centren en la absorción y análisis de datos médicos. En cambio, aquellos con buenas habilidades emocionales -creatividad, empatía, compasión, comprensión-, que son capaces de escuchar y prestar atención a sus pacientes, y, por lo tanto, obrar con sabiduría médica, no podrán ser reemplazados.

La combinación de ambas inteligencias -humana y artificial- podrá ayudar a superar los defectos y limitaciones de cada una de ellas. A medida que incorporemos tecnologías inteligentes en los procesos médicos, irá surgiendo una nueva forma de colaboración aún más poderosa.

Al igual que en el pasado la automatización del trabajo humano cambió por completo el mundo conocido y provocó la evolución de la oferta de productos y servicios, la combinación de inteligencia humana y artificial creará un nuevo tipo de inteligencia colectiva capaz de constituir organizaciones más eficientes. En el sector de la salud, el binomio medicina hipocrática-IA será capaz de resolver problemas que hasta ahora eran inaccesibles para la mente humana.