El valor de la innovación terapéutica

La innovación médica está en el corazón de la mayor esperanza y calidad de vida de la población en las últimas décadas. Un estudio publicado en la revista Health Affairs en 2020 estima que la innovación farmacéutica es responsable de más de un tercio de la ganancia en esperanza de vida lograda entre 1990 y 2015. Cada año se consiguen nuevos avances que cambian radicalmente el curso de enfermedades hasta entonces letales.

Las terapias con células T de receptores quiméricos de antígenos (CAR-T) están demostrando altas tasas de supervivencia en diversos tipos de leucemias y linfomas no Hodgkin, particularmente en los pacientes resistentes a los antineoplásicos más tradicionales. Estas terapias celulares están evidenciando también su eficacia frente a diversos tipos de tumores sólidos.

La pandemia por Covid-19 ha demostrado la importancia de disponer de sistemas sanitarios bien organizados, pertrechados y accesibles; capaces de dar respuesta a crisis sanitarias masivas. De la misma manera, la pandemia ha mostrado la preparación de un sistema científico biosanitario capaz de descubrir una vacuna eficaz frente al virus en un breve espacio de tiempo. Una vacuna que ha modificado radicalmente la perspectiva de nuestras vidas.

Hace pocos años pudimos comprobar la eficacia de un tratamiento antiviral, capaz de eliminar prácticamente una enfermedad grave y relativamente prevalente, como es la hepatitis C. Según el informe de la Sociedad Española de Oncología Médica 2021, la supervivencia a cinco años por cáncer en España se ha duplicado en los últimos 40 años, y seguramente seguirá ampliándose en los próximos años, especialmente en determinados tipos de cáncer con nuevos abordajes terapéuticos (secuenciación genómica, terapias celulares).

Nuevos medicamentos muestran también su eficacia frente a enfermedades no letales, pero sí causantes de una gran pérdida de calidad de vida, como es el caso de los nuevos tratamientos frente a las enfermedades inmunomediadas (colitis ulcerosa, dermatitis atópica, artritis reumatoide, etc.). Uno de estos medicamentos, por ejemplo, registra tasas de efectividad en vida real superiores al 92% en el sistema de pago por resultados Valtermed del Ministerio de Sanidad. Y así podríamos continuar señalando más ejemplos.

La innovación farmacoterapéutica continúa, afortunadamente, in crescendo. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, un órgano técnico independiente del parlamento norteamericano, en la década 2010-2019 la agencia americana del medicamento, FDA, autorizó un 60% más de nuevos medicamentos que en la década anterior. Es verdad que el coste y el tiempo de investigación de estos nuevos medicamentos es cada vez mayor. El mismo informe destaca que la industria farmacéutica ha multiplicado por diez la inversión en investigación en los últimos cuarenta años.

Pues bien, los médicos españoles valoran muy satisfactoriamente el valor de la innovación terapéutica. En una reciente encuesta de opinión realizada este mes de mayo por el observatorio Hiris de la Sanidad entre profesionales de la sanidad pública y privada española, la valoración global sobre la aportación de la innovación para la mejora de la esperanza y calidad de vida de los pacientes es de 8,34 sobre 10. Una valoración, además, significativamente mayor que la mostrada hace un año (cuando fue de 7,06 sobre 10).

Según los médicos españoles de todas las especialidades encuestados, la innovación terapéutica mejora los resultados clínicos del paciente (8,48), mejora su calidad de vida (8,17), y contribuye a la eficiencia y sostenibilidad del sistema sanitario (7,32). Y ello porque la innovación, si bien requiere de una inversión en el momento de prescribir el medicamento, supone también una reducción de costes de utilización de servicios sanitarios posteriores cuando el medicamento es efectivamente eficaz (curación de la enfermedad o reducción de su severidad y complicaciones).

Ello sin mencionar el impacto económico que significa para la sociedad y para los individuos y familias la mejora de productividad y la reducción de cuidados no sanitarios necesarios. Sin embargo, el grado de satisfacción que muestran los médicos españoles con el acceso a los medicamentos y tecnologías innovadores es valorada en esa misma encuesta con un 6,3 sobre 10.

Y señalan como medidas prioritarias para reducir las barreras en el acceso: en primer lugar, una evaluación más completa de dichas tecnologías que tenga en cuenta todo el valor que aportan y los costes completos de la enfermedad y no solo del tratamiento; y, en segundo lugar, reducir los plazos de decisión para la inclusión de los nuevos medicamentos en la cartera pública de servicios.

La capacidad de desarrollar nuevos tratamientos depende de la fortaleza del sistema investigador (público y privado), pero también de las políticas de acceso y demanda de estos nuevos medicamentos autorizados. El equilibrio es muy fino. Los altos precios de los medicamentos suponen un desafío para la sostenibilidad de los presupuestos públicos.

Pero cuando se implementan políticas de reducción de precios, comparativamente a otros países, o se ralentiza el acceso debido a largos periodos de evaluación para decidir la financiación pública de un nuevo fármaco, se están reduciendo los incentivos a las compañías para la investigación, el desarrollo y la comercialización de nuevos fármacos.

Por eso, los médicos españoles señalan en la encuesta Hiris de la Sanidad a la insuficiente financiación sanitaria española como la principal barrera en el acceso a la innovación, seguida del precio de los medicamentos y de la desigualdad en el acceso entre comunidades autónomas, e incluso entre hospitales de una misma comunidad.