Aspectos económicos clave para mejorar el acceso a los autoinyectores de adrenalina

La anafilaxia es una manifestación aguda de una enfermedad crónica como es la alergia a alimentos, himenópteros o medicamentos. La anafilaxia es una entidad muy grave, que pone en riesgo la vida del paciente, y sus desencadenantes (agentes causales) son frecuentemente difíciles de evitar. Su incidencia se ha incrementado en los últimos 10 años, sobre todo a expensas de la alergia alimentaria y en niños, tiene un importante coste socioeconómico, y su mortalidad está asociada, principalmente, a la falta de uso o el retraso en la administración de adrenalina.

Pero vayamos por partes. En primer lugar, y aunque no hemos identificado estudios de España, hay evidencia de EEUU que estima el coste asociado con reacciones alérgicas en torno a 1.800 millones de dólares, y donde 1.200 millones (dos tercios del total) y 600 millones (tercio restante) representarían los costes médicos directos y costes indirectos respectivamente. Dentro de los costes directos, el gasto en adrenalina ascendería a 294 millones de dólares. Los autores argumentan que el coste socio económico de la anafilaxia sería mayor que lo que sugerían otros estudios más antiguos.

Otro estudio, más antiguo (de 2008) pero para un país cercano a nosotros (Francia), estima también estos costes médicos directos e indirectos (ausentismo). El coste total medio estimado fue de 1.895 euros por paciente con anafilaxia relacionada con alimentos y fármacos (5.610 euros para la más grave) y de 4.053 euros para la anafilaxia por himenópteros.

Pero los costes indirectos tampoco son baladís, perdiéndose tres días de trabajo/estudio por paciente. Los costes anuales estimados de la anafilaxia fueron de casi 5 millones de euros, con un aumento del 22% en el número de pacientes en 2 años (de 2003 a 2005). Pero es importante remarcar que se infraestima el coste verdadero de la anafilaxia; las razones son varias, incluyendo que solo incluye pacientes hospitalizados, y que hay una identificación deficiente de pacientes por parte de equipos médicos.

Ya en esa época concluían que se necesitaban más estudios de este tipo para evaluar el valor de las estrategias preventivas; sin embargo, no se han realizado. Aun así, estos números nos dan una aproximación (a la baja) de los costes que nos podríamos ahorrar con un uso apropiado de los tratamientos disponibles, y más concretamente, los autoinyectores de adrenalina (AIA).

Existe evidencia que los AIA son un uso eficiente de recursos. Sin embargo, su uso es subóptimo, por varias razones: unas tasas bajas de prescripción, y de renovación de prescripción, de autoinyectores, la falta de disponibilidad de estos en las escuelas, no llevar el autoinyector por parte de los pacientes con anafilaxia, por la creencia de no necesitarlo, la inconveniencia de tener que llevarlo siempre consigo, su coste (sobre todo en contextos de renta baja por parte de los pacientes), su vida útil limitada, alrededor de 12 meses, y el número de dosis a dispensar, ya que las guías recomiendan que los pacientes con riesgo de anafilaxia lleven consigo dos autoinyectores todo el tiempo.

A nivel general, los factores socioeconómicos impactan en el acceso a los autoinyectores; así, se ha estimado que los niños en países de renta alta en comparación con los de ingresos bajos tienen 8,35 veces más probabilidad de que se les recete un AIA.

Para España específicamente, y a precio de venta de laboratorio (PVL), el total de las ventas en 2021 de los AIA ascendía a 7,6 millones de euros. Se ha estimado que el 76% de estas corresponden a la Seguridad Social (con su correspondiente copago por parte del paciente), mientras que el 24% restante sería para pacientes privados, y que pagarían el precio completo.

Además, desde el 2016 hasta el 2021, el mercado ha crecido a una tasa compuesta de crecimiento anual (CAGR, por sus siglas en inglés) del 9,7%, aunque con tres periodos diferenciados, entre 2016 y 2018, 2018 y 2020, y el 2021. El primero, con un crecimiento del 17% anual, pero seguido de una desaceleración del 6% anual, lo que conlleva un gasto parecido en el 2020 que en el 2017.

Sin embargo, se observa una recuperación considerable en el 2021, con un crecimiento anual del 30%. Es importante remarcar que las variaciones en esos años han sido en parte consecuencia de la pandemia y los meses de confinamiento.

¿Y cómo se comparan los precios de estos AIA en España con países de nuestro entorno europeo? Pues hay que remarcar que son, o el más bajo, o de los más bajos -no sé si es algo de estar orgullosos, o no-.

Para finalizar, remarcar que el uso de los AIA es un uso eficiente de recursos, que además salva vidas, pero existen múltiples barreras, de diferente tipo, que limitan el uso. Hay que asegurar, mediante distintas intervenciones, que reducimos estas barreras y asegurar el acceso, el abastecimiento y el uso equitativo de los AIA.