Una prueba empírica de lo poco que importa la atención primaria

Marzo de 2020. Un virus desconocido se expande por España y las personas contagiadas se multiplican cada día. Los hospitales comienzan a recibir en masa cuadros de enfermedad respiratoria que en muchos casos acaba en fallecimiento. Hay que cerrar el país. La emergencia sanitaria está descontrolada y es la única manera de asegurar que el sistema nacional de salud no quiebre.

Diciembre de 2021. Una variante desconocida del mismo virus se expande por España. Las personas contagiadas se multiplican con mayor fuerza cada día. Los hospitales respiran más tranquilos por el enorme esfuerzo de vacunación que se ha realizado durante el año, que permite que los cuadros de la enfermedad sean más leves en la mayoría de los contagiados. La presión se traslada a la atención primaria, que deben atender a pacientes leves o moderados. Además, también diagnostican a los contagiados y tratan de rastrear a sus contactos. Los ambulatorios se colapsan apenas unos días después, lastrados por unas condiciones que ya no eran buenas antes de la pandemia. En esta ocasión, no se toma ninguna medida y se permite que el virus siga circulando a la misma velocidad.

Estas dos realidades contrastan por el valor que se le da a cada uno de los niveles asistenciales desde las autoridades. Me he cansado de escuchar, durante muchos años, de esos mismos mandamases, que la atención primaria es fundamental, la verdadera fortaleza de un sistema de salud público. Ellos se lamentaban, y achacaban en ocasiones a los universitarios, que todos se fijaran en ser grandes cirujanos o neurólogos, pero ninguno un médico de familia que cuidase a diario a la población. Ahí está el gran cinismo, en argumentar lo bueno y necesario que son los centros de salud y, a la primera ocasión que se tiene, abandonarlos a su suerte.

La quiebra del sistema sanitario público vendrá del abandono que hay a la atención primaria y a sus profesionales, en muchos casos malpagados y con contrataciones temporales. Un tratamiento que realiza cualquier médico que trabaja en un centro de salud es infinitamente más barato que una atención hospitalaria aguda por haber empeorado. Por poner un ejemplo bastante común estos días, imaginen tratar un catarro o bronquitis a tiempo con la atención que cuesta la neumonía en la que puede derivar. O coger a tiempo un cáncer por algún síntoma que comunique el paciente o no hacerlo y restar años de vida. Sin atención primaria todo lo que conocemos y alabamos se diluirá como un azucarillo. Y ahora se están dando los primeros pasos para hacer que la mayor fortaleza del sistema quiebre ante el oleaje que sufrimos desde hace dos años.