La llegada de la nueva variante devuelve los fantasmas del desabastecimiento

Cuando el coronavirus llegó en marzo de 2020, quedarse sin mascarillas podía tener una explicación; dos años después es inadmisible que no haya test para detectar al virus

No hay test de antígenos. Esta es la frase que más se escucha desde mediados de diciembre en las farmacias de España. El aluvión de la demanda, motivado por la explosión de la variante Ómicron y las festividades de Navidad, ha superado la oferta, pero detrás de esta rotura de stock está de nuevo la falta de tejido productivo para fabricar kits de diagnóstico suficientes para estos picos del mercado.

La situación comenzó a mejorar el 3 de enero, pero el daño ya está hecho. Sin capacidad de comprobar si se está contagiado, las personas acudieron en masa a los centros de salud, dejándolos en una situación de auténtico colapso. Ya de por sí, esta nueva variante parece tener el foco en los ambulatorios más que en el hospital, y el olvido institucional que sufren los profesionales de estos centros ha agravado el problema de gran parte de la sociedad española.

Los test hubieran evitado muchos de los contagios que se han producido. Pero es que hasta el mayor distribuidor en España desde que se permite la venta, Cinfa, traía el producto de China. Exactamente igual que lo que ocurrió en primavera de 2020, cuando nos dimos cuenta que en Europa no se fabrica casi nada del material sanitario que se necesita en caso de emergencia. Dos años más tarde, la situación es similar.

La mayoría de test de antígenos que no se fabrican en Asia, como son los de Abbott o Roche, no son de autodiagnóstico, si no para uso profesional. Ahora el Gobierno los ha tenido que habilitar como medida de urgencia, pero eso conlleva dos problemas. El primero es claro, si un dispositivo está diseñado para que lo utilice un profesional, difícilmente un usuario de a pie podrá sacarle el mismo partido. Pero es que además, vender al sistema nacional de salud no es lo mismo que la venta libre. Esto se traduce en que los dispositivos están empaquetados en cajas con varios test, lo que obviamente multiplica su precio de adquisición.