El fin de un símbolo se consumará el 19 de abril

Las mascarillas irán desapareciendo de la vida pública con algunas excepciones. La ministra de Sanidad llevará al Consejo de Ministros el próximo 19 de abril la eliminación de la obligatoriedad de llevar este equipo de protección individual en espacios interiores.

El 19 de abril es la fecha elegida por el Ministerio de Sanidad para eliminar la obligatoriedad de llevar las mascarillas en interiores. La posibilidad de que fuese en la primera semana de abril se desvaneció tras un informe de los técnicos del Ministerio de Sanidad, pero después hubo un consenso con las comunidades para que le fecha elegida fuese después de Semana Santa.

Sin embargo, no desaparecerá en todos los lugares. Habrá espacios, como el transporte público o los centros sociosanitarios, donde la mascarilla siga siendo obligatoria. También habrá distinción entre las personas y posiblemente aquellos con el sistema inmune debilitado tengan que seguir portándola cuando la distancia mínima de seguridad -el famoso metro y medio- no pueda asegurarse.

Los colectivos médicos se han mostrado más cautelosos que el Ministerio o algunas comunidades autónomas. Piensan que el nuevo método de conteo y análisis de los casos provocados por el coronavirus lleva poco tiempo -desde finales de marzo- y que además la Semana Santa puede derivar en un nuevo repunte. Estos contrapesos a gran parte del sentir popular modularon la decisión final, que se producirá el 19 de abril, poco más de dos años desde que el coronavirus llegó a la Península Ibérica.

La historia de las mascarillas en España nos recuerda que estos equipos de protección tan cotidianos fueron un bien muy escaso en los primeros compases de la pandemia, cuando el confinamiento frustraba muchas esperanzas entre la población. Hubo muchos contratos hechos deprisa, corriendo, con proveedores poco habituales y con grandes sobreprecios en mitad de una guerra y mercadeo global. Fue el primer símbolo, quizá con los respiradores, que dio la voz de alarma sobre la extrema dependencia de España -y Europa- del sudeste asiático, principalmente de China.

Hoy la situación es bien distinta. Ya hay fabricación nacional. Pero la duda que asalta a estos fabricantes es si, cuando todo termine, España se hará con un reservorio que permita seguir trabajando. Si no se hace así, además de no tener una despensa de protección, las mismas empresas que hicieron un esfuerzo para fabricar en España poco a poco irán desprendiéndose de sus negocios en busca de otros que les permita prosperar.

Volviendo a la sociedad, la mascarilla puede que no desaparezca del todo. Es posible que hayamos aprendido a que en ciertos momentos de polución excesiva -como el episodio de calima de hace unos días- o cuando padezcamos alguna enfermedad contagiosa, sea mejor llevarla que olvidarla en el cajón.