La salud mental se resiente después de la pandemia

Empiezan a documentarse las secuelas de la pandemia en la salud mental. Síntomas como la dificultad para concentrarse son seis veces más prevalentes que antes.

Los expertos en salud mental tenían claro hace meses que la tensión de vivir con la pandemia y sus consecuencias iba a suponer un serio golpe para la salud mental de la población. Un estudio publicado en la revista científica The Lancet documenta un incremento en los síntomas de este tipo de dolencias solo nueve meses después de que estallara la crisis sanitaria. La prevalencia de las dificultades para concentrarse ha pasado de afectar a 9,6% de la población al 72,5%. Otros síntomas que han crecido en un tercio o más son la ansiedad, la apatía, la depresión, los problemas de sueño y la tendencia a la irritabilidad. Una de las observaciones es que esa escalada es más grave en los jóvenes.

Con una proporción cada vez mayor entre los afectados, se impone la necesidad de poner en marcha campañas contra el estigma. Así se ha puesto de manifiesto durante el ciclo Salud mental y otras formas de ficción de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander. El periodista Manuel Jabois ha declarado en el encuentro que “todavía hay dificultades y reparos a la hora de abrirnos respecto a un trastorno mental, cosa que no nos ocurre con una dolencia física, pero esto ha ido cambiando poco a poco”. El director del curso, Raúl Gómez, ha llamado la atención sobre lo “invisible”: el impacto emocional de la pandemia y una incertidumbre “que nos está sumiendo en grados de miedos, ansiedad y otros problemas de salud mental muy elevados”.

Para Ángel Moríñigo, médico psiquiatra en Sevilla, el problema fundamental es al falta de socialización ya que, sin previo aviso, hemos visto nuestras puertas cerradas -durante el confinamiento-, pero además nuestras necesidades de contactos afectivos e íntimos se han seguido viendo limitados después. A su modo de ver, es “prioritario” restituir al funcionamiento previo los servicios y dispositivos sanitarios con los que contaba la salud mental, volviendo al abordaje presencial y con toda la infraestructura existente, además de evaluar los servicios que no han sido esenciales para decidir sobre su mantenimiento. Es la respuesta adecuada a la mayor vulnerabilidad ante cualquier acontecimiento, que nos hace más propensos al estrés y la ansiedad (con todo lo que conllevan) llegando a la necesidad de tratamiento médico-psiquiátrico en personas que hasta ahora no lo habían necesitado. Para quienes ya estaban en tratamiento -ha explicado- las consecuencias sobre la salud mental han sido devastadoras dada la falta de asistencia directa.

Por otra parte, durante el ciclo Claves en salud mental, sesiones clínicas interautonómicas, organizada por el Servicio Gallego de Salud, Fernando de Uribe, jefe de servicio de psiquiatría del Hospital Clínico de Valladolid, ha advertido que “la pandemia ya está marcando un antes y un después en la atención a la salud mental infantil y juvenil, obligando a dar respuesta a un incremento importante en la atención a la salud mental de los niños y adolescentes que, además, es progresivamente creciente, de modo que desconocemos su punto de inflexión, y habrá que ser flexibles y ágiles en la implantación de nuevos recursos”. Representantes de las autoridades sanitarias de varias comunidades autónomas compartían su visión sobre el impacto de la Covid en la salud mental de los jóvenes con acento en la necesidad de que a la estructura sanitaria se sumen recursos del ámbito educativo y social. Entre las principales patologías que se están detectando se habló sobre todo de alteraciones del estado de ánimo, trastornos de ansiedad grave con fobias sociales y escolares y trastornos de la conducta alimentaria.

Soraya Geijo, coordinadora de salud mental infanto-juvenil del Hosptial Clínico de Valladolid, ha presentado en este ciclo un programa integrado de atención en trastornos de la conducta alimentaria.