Postpandemia, una oportunidad para construir el Estado del Bienestar del futuro

La pandemia de la Covid-19 ha abierto una oportunidad única para la reforma y la reconstrucción de nuestro Estado del Bienestar. La crisis ha acelerado los problemas que ya desde hace tiempo manifestaba nuestro sistema de protección y nos ha situado en un nuevo escenario que debemos aprovechar para impulsar un nuevo modelo, mucho más integrado, que combine la fortaleza de lo público con el dinamismo y la capacidad de innovación del sector privado y en el que participemos todos los actores que, de una u otra manera, nos dedicamos al cuidado de las personas.

Durante estos meses hemos analizado con profusión las consecuencias negativas que ha provocado en nuestro modelo de bienestar esta crisis, que ha dejado al descubierto las costuras del sistema sanitario y la debilidad de las estructuras de protección social.

Sin embargo, como toda crisis, esta también ha provocado algunos efectos positivos: ha mostrado la capacidad de transformación y resistencia del sistema sanitario y de sus profesionales; ha acelerado los cambios tecnológicos y el desarrollo de la telemedicina como complemento a la atención presencial; ha puesto de manifiesto la importancia de la ciencia para el bienestar de nuestras sociedades; ha confirmado la importancia de conectar la sanidad y los servicios sociales; ha disparado la preocupación de los ciudadanos por el cuidado de su salud; y ha impulsado la necesidad de fomentar la colaboración público-privada.

En el peor escenario sanitario, social y económico que se ha producido en décadas, el sector sanitario privado ha mostrado su fortaleza y su compromiso, singularmente en el caso de lo relacionado con el seguro de salud. Desde el inicio de la emergencia, el seguro ha renunciado a aplicar las cláusulas de sus condicionados que excluyen la cobertura de los siniestros ocasionados por sucesos extraordinarios como las pandemias y ha mantenido la cobertura de atención sanitaria por Covid-19 para todos sus asegurados. Así ha sido posible que decenas de miles de asegurados hayan recibido atención a través de sus seguros de salud, descargando a la sanidad pública y mostrando una vez más la capacidad asistencial del sector.

Por otro lado, el seguro de salud ha dado un paso decisivo hacia la implantación de la telemedicina, una realidad que ha venido para quedarse. La experiencia acumulada en todos estos meses nos va a permitir extraer aprendizajes determinantes para poder convertir este tipo de herramientas en un elemento complementario a la actividad presencial, un instrumento que multiplicará la capacidad de atender a los pacientes.

Por otro lado, se da la circunstancia de que esta experiencia acumulada por las aseguradoras y la sanidad privada puede ser de gran utilidad para el sector público, demostrando una vez más la importancia de establecer sinergias entre ambos para avanzar más rápido y llegar más lejos. Lo mismo ocurrirá con la selección de la tecnología coste-eficiente, un elemento en el que trabajamos las aseguradoras y que es esencial para la sostenibilidad del sistema sanitario en su conjunto.

Junto a la necesidad de aumentar la capacidad asistencial e impulsar un desarrollo tecnológico sostenible, un tercer elemento que exige la colaboración público-privada es el reto demográfico. El envejecimiento de la población requiere, como ha demostrado la propia pandemia, un gran esfuerzo para garantizar unas mejores condiciones sociosanitarias para muchas personas mayores.

La limitación de recursos nos obliga a explorar nuevos enfoques, basados en la prevención y la colaboración sociosanitaria, además de la público-privada. Desde el punto de vista asegurador, debemos avanzar hacia una configuración diferente: con el sistema actual, la prima se calcula en función de la edad, de forma que muchas veces se expulsa, por el alto coste, a personas mayores cuando más lo necesitan. La alternativa pasa necesariamente por la introducción de primas niveladas.

El envejecimiento de la población nos sitúa además frente a otro desafío: hemos conseguido vivir más y ahora debemos conseguir que esas vidas más largas sean también más sanas y más felices. Para ello es clave la prevención. La realidad es que el modelo asegurador actual, con renovaciones anuales, hace que las compañías no podamos invertir a largo plazo en prevención.

Vamos a tener que avanzar en cómo ampliar la duración del seguro, para garantizar otro tipo de políticas y para que el ciudadano pueda ser quien diseñe su propio aseguramiento con criterios de permanencia, valorando qué hacer hoy para cuidar su salud, también en lo tocante a su salud mental y emocional, y así disminuir el impacto en costes derivados que tendrían que afrontarse el día de mañana. Y con quién hacerlo. Este paso permitirá a las compañías trabajar en el desarrollo de planes de salud diferenciales para que el precio no sea el factor decisivo a la hora de la contratación. Para dar este paso, esencial para la sostenibilidad del Estado del Bienestar del futuro, es necesaria, una vez más, la implicación de las administraciones públicas, como reguladoras del mercado asegurador.

La pandemia, además de destrucción, caos e incertidumbre, ha creado el escenario propicio para afrontar todos estos cambios y algunos más. El precio que hemos pagado hasta llegar aquí es elevadísimo. Precisamente por eso, la pérdida de vidas humanas y la factura económica no pueden ser inútiles. Todo lo contrario: deben ser el recordatorio para que esto no pueda volver a ocurrir y el acicate para afrontar sin demora la transformación que requiere nuestro Estado del Bienestar. Cuando la vacunación nos permita dar por superada la pandemia, le crisis dejará a España frente a una enorme tarea de reconstrucción y para afrontarla debemos ser capaces de aprovechar todo el talento que tenemos, nadie sobra en este empeño. Prescindir de parte de nuestra capacidad sería una negligencia que no nos podemos permitir.