El coronavirus ha llegado para quedarse

Llevaba tiempo siendo un secreto a voces. Es el típico mensaje que se transmite envuelto en verbos condicionales para que comience a digerirse por parte de la ciudadanía. Pero el tiempo avanza, se necesitan certezas y los malos augurios terminan por convertirse en una desagradable noticia. El coronavirus ha llegado para quedarse, será una especie de nueva gripe, no por su virulencia, como ya ha quedado más que demostrado, sino por su recurrencia. Cada cierto tiempo habrá brotes y, quizá en unos años, las variantes que hoy tanto asustan no pasarán de la cotidiana expresión “este año ha venido malo el coronavirus”. Ahora ya se admite con bastante más soltura, como lo hace en este número el presidente de la Sociedad Española de Inmunología, y uno de los responsables del ensayo que Janssen ha hecho en España con su vacuna.

Una de las primeras señales de alerta fue la planificación de fabricar muchas más vacunas de las que se necesitan y el no abandonar la carrera incluso aunque la llegada no sea antes de 2022. Si el objetivo fuese inmunizar una vez y para siempre a toda la población mundial, valdrían apenas una decena de proyectos y una comunidad industrial capaz de fabricarla a lo largo y ancho del planeta. La razón de que exista la variedad que existirá en los próximos meses es que seguirán haciendo falta. Y llegará el día en que una farmacéutica nos ofrezca la vacuna heptavalente contra el coronavirus, cubriendo variantes de los cinco continentes. Eso ocurre hoy con la gripe, cuando cada enero la Organización Mundial de la Salud avisa de las posibles variantes del virus para el próximo otoño y las farmacéuticas ponen en marcha su maquinaria para surtir a todos los países. En unos años, será similar con el coronavirus.

Pero hoy la historia es diferente. A la angustia económica se le suma la fatiga pandémica. El deseo de abrir lo ojos mañana y que todo el mundo esté vacunado colisiona con la realidad de la falta de viales actual. A eso se le suma el miedo de que alguna variante de las siete que existen resista a la vacuna..., o sea más mortal..., o sea tan transmisible que se escape a nuestras barreras de seguridad. La sensación es que si no se cometen errores -como importar variantes no deseables y evitables- después de Semana Santa comenzará a salir el sol, momento en el que la vacunación cogerá la velocidad de crucero.

También seguirá habiendo casos porque esas variantes y las que vengan encontrarán vacíos en el control vacunal. Para ello es necesaria la batería de tratamientos que están a la vuelta de la esquina y que superarán la terapéutica actual. Tan importante será tener vacunas como antivirales que eviten la muerte de quienes se sigan contagiando.