Las superbacterias: la pandemia silente que acecha a Europa
Las resistencias a los antibióticos de ciertas bacterias se cobran la vida de 33.000 personas en nuestro continente, pero a mediados de siglo la cifra se multiplicará por diez
La pandemia del coronavirus no será la última que vivamos. Vendrán muchas otras, pero hay algunas que ya están entre nosotros, de manera silente, y que cada año se cobran la vida de miles de ciudadanos. Un problema que, además, se está agravando y donde las soluciones que hasta el momento se han puesto, si bien han atacado el problema, no son suficientes.
Imaginemos por un momento que una simple infección bacteriana, de las que se cura con un tratamiento antibiótico, fuese inmune a ese medicamento. Esta ‘superbacteria’ se haría fuerte en nuestro organismo, infectando otras partes del cuerpo mediante una sepsis y, al final, acabaría con nuestra vida. Pues bien, esto que leen de manera muy resumida no es ningún guion de película de ciencia ficción, es una realidad que ocurre en todo el mundo, también en España, y que va agravándose cada año que pasa.
Cada vez es mayor el número de infecciones -por ejemplo, neumonía, tuberculosis, gonorrea y salmonelosis- cuyo tratamiento se vuelve más difícil debido a la pérdida de eficacia de los antibióticos. Las cifras son preocupantes, pero lo realmente terrorífico es la tendencia. En Europa mueren alrededor de 33.000 personas al año a causa de bacterias resistentes a los antibióticos. Pero si no se toman medidas urgentes, hacia mediados de siglo la cifra se estima en 10 millones de personas muertas cada año en el mundo. Solo en Europa, según datos del Gobierno de España, la cifra rozaría las 400.000 muertes anuales en 2050.
Pero, ¿cómo ha ocurrido esto? Las explicaciones son varias, pero todas están muy relacionadas. La primera de ellas es biológica. Todos los seres vivos aprenden y evolucionan para amoldarse a los nuevos peligros que sufren. Las bacterias no son diferentes, pero su evolución está siendo más rápida por la acción del ser humano. Y aquí es donde entronca el problema más dramático que tenemos: el mal uso de los antibióticos que se ha hecho durante años. “Allí donde los antibióticos se pueden adquirir sin receta médica para uso humano o veterinario, la aparición y propagación de la farmacorresistencia empeora. En los países que carecen de directrices terapéuticas normalizadas, el personal sanitario y veterinario tiene tendencia a prescribirlos -y la población general a consumirlos- en exceso. Si no se toman medidas urgentes, el mundo está abocado a una era post-antibióticos en la que muchas infecciones comunes y lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales”, explica la Organización Mundial de la Salud.
El mal o excesivo uso de antibióticos es la principal causa del problema. Aquí es donde la salud humana se da la mano con la salud animal, donde el uso de antibióticos es muy abundante. En ocasiones, se usan de manera profiláctica, es decir, por si acaso, para que los animales destinados al uso comercial de alimentos no contraigan ninguna enfermedad que lastra la mercancía. Ante este problema, en los últimos tiempos se está potenciando el concepto one health, que pretende conseguir una visión holística de cómo se abordan las enfermedades desde varios puntos. Uno de ellos, precisamente, es el uso inadecuado de los antibióticos.
En un coloquio celebrado este mes, organizado por la CEOE y la empresa Zoetis -división de Pfizer de salud animal que hoy por hoy camina sola-, la directora de la Agencia Española del Medicamento fue meridianamente clara. Durante su intervención, Maria Jesús Lamas, señaló que la pandemia actual ha puesto en relieve que la salud pública puede poner en jaque a la sociedad, al estado de bienestar y las relaciones entre países, entre otros, con un impacto sin límites. En este sentido, mencionó la problemática que suponen las bacterias multirresistentes, cuyo número va en aumento, y que suponen un coste cercano a los 1.100 millones de euros al año en la UE, teniendo en cuenta solo la salud humana; mientras, según la OMS, son solo 43 los nuevos antibióticos en el pipeline.
Tras ella, en el mismo coloquio, el director general de Pfizer, Sergio Rodríguez, aludió a la resistencia a los antimicrobianos como una de las mayores amenazas de la salud, asegurando que “en nuestro compromiso continuado con el esfuerzo que lidera anualmente la OMS, apoyamos la Semana Mundial de la Concienciación del Uso de los Antibióticos para aumentar la sensibilización sobre las resistencias antimicrobianas con campañas de información como herramientas fundamentales para fomentar la formación, la educación y la concienciación sobre un problema que nos concierne a todos”.
Precisamente, el máximo órgano sanitario lleva alzando la voz cada año desde mediados de la década pasada. Solicita a los gobiernos poner en práctica planes nacionales de acción para hacer frente a la resistencia a los antibióticos, mejorar la vigilancia de las infecciones resistentes a los antibióticos, reforzar las políticas, los programas y la aplicación de las medidas de prevención y control de las infecciones, reglamentar y fomentar el uso y la eliminación apropiada de medicamentos de calidad garantizada, e informar sobre el impacto de la resistencia a los antibióticos...
España dispone del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos desde el año 2014. Nació como respuesta a una demanda de la Unión Europea que existía desde el año 2011 y que situaba a España entre los países del bloque que peor uso de antibióticos hacía. El documento nació con una hoja de ruta hasta 2018 y, entonces, se prorrogó las acciones hasta 2021. Una de las conclusiones que saca el Gobierno en su último documento es reveladora sobre el alcance del problema. “Si no se toman medidas de carácter urgente, se estima que en 35 años la resistencia podría desbancar al cáncer como primera causa de muerte”, dice. Además, añade que “alrededor de 3.000 personas mueren cada año en España como consecuencia de infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes”.
Si el problema a nivel sanitario es de una envergadura solemne, económicamente también deja tras de sí números que provocan escalofríos. “Hay que considerar, además, que el tratamiento de estas infecciones supone un coste añadido de 1.500 millones de euros anuales en la Unión Europea (UE), lo que extrapolado a cifras nacionales representa un coste de alrededor de 150 millones de euros anuales. Si no se toman medidas de carácter urgente, se estima que en 35 años, el número de muertes atribuibles a las infecciones multirresistentes alcanzará las 40.000 muertes anuales en España”, señala el documento gubernamental. La cifra señalada de fallecimientos es igual al 50% de muertos que ha dejado la peor pandemia de la historia reciente en algo más de 15 meses en España, con el agravante de que una bacteria resistente no se combate de la misma forma que un virus.
Otro de los problemas que existen es la escasísima innovación farmacológica en el terreno de los antibióticos. Desde 1987 solo han visto a la luz tres nuevos tratamientos, un escaso bagaje en comparación a las novedades terapéuticas que salen en otros ámbitos. Teniendo en cuenta que la situación, según las cifras mencionadas, está llamada a sustituir al cáncer en prevalencia, la necesidad es urgente. Pero, ¿cuál es uno de los problemas para sacar nuevos antibióticos? Su escaso margen comercial. Son medicamentos de amplio uso cuyos precios son bajos. Además, en algunas ocasiones, se trata de mejorar lo existente, algo que todavía cercenaría más el recorrido comercial del nuevo antibiótico.
Con todo, son necesarios y las farmacéuticas deberían apostar por tener una línea de investigación en este campo, aunque no fuera tan rentable como un medicamento huérfano o uno oncológico. “La resistencia a los antimicrobianos, por tanto, es una amenaza para la salud que puede comprometer muchos avances médicos que dependen de los antibióticos, como la cirugía, la quimioterapia o el tratamiento de enfermedades crónicas. Hoy solo existe un camino para combatirla: nuevos antibióticos eficaces y el uso responsable de los existentes”, dicen desde Farmaindustria.
Para abordar los desafíos del desarrollo clínico temprano y las fases posteriores de nuevos medicamentos antimicrobianos se han concretado alianzas e iniciativas innovadoras entre los sectores público y privado. La industria biofarmacéutica, en particular, está tomando diferentes medidas, entre ellas las llevadas a cabo a través del Fondo de Acción AMR. Este fondo, dotado con 1.000 millones de dólares, tiene como objetivo hacer llegar al mercado de 2 a 4 nuevos antimicrobianos para 2030, centrándose en medicamentos innovadores que aborden las necesidades de salud pública más prioritarias.
El fondo también proporcionará apoyo técnico a empresas emergentes, dándoles acceso a la amplia experiencia y los recursos de las grandes farmacéuticas para acelerar el desarrollo.