La tercera ola coincide con la renuncia
del ministro de Sanidad

L a tercera ola es un hecho y apunta a generar los mismos problemas que ocasionó la primera. Lejos quedarán los datos alarmantes pero abarcables de la segunda ola. El incremento de casos será exponencial y con unos hospitales que están lejos de las cifras de julio y agosto, cuando nos enfrentamos a la segunda curva. Peligra todo, como en marzo. Solo la llegada de la vacuna atenúa la desesperanza por unos datos que ya hoy (5 de enero) son más que preocupantes. Los informes europeos confirman que la variante británica es mucho más contagiosa y que, esta vez, sí que podría utilizar a los más pequeños como vías de transmisión hacia los adultos. Las palabras que suenan en los labios de los expertos son inquietantes y pronostican unos primeros meses de 2021 muy difíciles para todos y todo.

La resaca de la Navidad cogerá al Ministerio de Sanidad sin capitán de barco experimentado. Salvador Illa ha decidido marcharse a Cataluña para unos propósitos políticos menos exigentes que los que hasta ahora ostentaba en ese departamento que nadie quería por su falta de importancia. Hasta siete ministros han pasado por el Paseo del Prado en los últimos cinco años, una auténtica barbaridad para esa estabilidad que necesitan tanto los ciudadanos como los distintos agentes del sector. Porque ya se sabe, si Illa ha durado un año y ha cambiado a prácticamente todo el gabinete, su sucesora hará lo propio, antes o después.

Pero más allá del medio plazo, la pandemia exige movimientos inmediatos. Y es ahí donde más dudas se pueden crear. ¿Será capaz la nueva ministra de decretar un confinamiento como primera medida de calado de su gestión? Me temo que la respuesta será que no, lo recomienden los datos o no. Porque si hay algo que ha quedado claro en esta pandemia es que las decisiones no se basan -al menos no solo- en criterios sanitarios. E igual es que no se puede basar solo en eso. Si hay más confinamiento, del duro, ¿servirán de algo los presupuestos recién aprobados? La respuesta que saldrá a todas estas preguntas serán una batería de recomendaciones con un rostro serio y de preocupación y patada a seguir hasta que la vacuna vaya haciendo su labor.

Mientras tanto, los datos nos dicen lo siguiente: hay comunidades, como la valenciana, donde una de cada cuatro PCR sale positiva. Hay capacidades de UCI, como en Madrid, que afrontarán la tercera ola con una ocupación que ya es del 25%. Las incidencias van a empezar a crecer desde cifras cercanas a las 200 personas por cada 100.000 habitantes. Si miran lo que ocurría a finales de agosto, cuando comenzó la segunda ola que no llegó a terminar, se darán cuenta del abismo al que nos asomamos.